Comenzaba el sábado y al asomar por la ventana contemplo como la niebla cubría el cielo,
aun así, hace falta algo más que un poco de frÍo y niebla para amedrentar a una
tortuga...Llego corriendo al parking (para ir calentando, que no es porque llegase tarde) donde
me esperan el resto de la comitiva: José, Pros, Carlos y Laura me aguardaban
como agua de mayo para poder partir rumbo a Villafranca. El viaje muy
tranquilo, con un poco de lluvia pero apenas se notaba, y al llegar, nos esperaban
Mónica y Teixeira dorsales en mano.
Antes de la carrera nos tomamos un café en lo que llegaban Ana, Santi, Pablo y
Judith, y con ellos allí, solo quedaba que irse a cambiar y rumbo a la línea de
salida. Mucha gente en la meta, alrededor de 150 valientes nos íbamos a
enfrentar al Dragón. Una vez dada la salida, Laura (a la que una vez más
agradezco lo que aguanta corriendo, y a mí por supuesto) y yo , empezamos a
recorrer las calles de Villafranca donde sus gentes se encontraban animando por
doquier, lo cual es mucho de agradecer,
mientras contemplábamos como el resto del equipo avanza por delante nuestro.
Acabábamos el asfalto para empezar la carrera por sendas, con subidas, algún camino
asfaltado y el paso bajo algún puente que nos llevaría a la primera subida
importante, dicha subida, la vamos alternando entre tramos al trote y otros
andando rápido, que aun había mucha carrera por delante y alguna que otra
subida. Llegando arriba, el paisaje es increíble, girando la cabeza se puede
contemplar la inmensidad del valle y lo espectacular de las vistas. Seguimos
avanzando y a lo lejos podemos ver unos colores familiares, como no, nuestros
más fervientes y particulares animadores tortuguiles que nos hacen más amenos
los tramos de carrera. Nada más pasarlos, primer avituallamiento, y a tope con
la primera bajada fuerte. Laura y yo bajamos mas rápido que un litro de cerveza
en un Oktoberfest, unos tiempos increíbles, y un empujón que nos permitió
seguir con un impulso extra para lo que se venía por delante.
A medida que continuábamos haciendo kilómetros, cruzábamos palabras con otros
corredores (ya que las subidas dan para mucho) y también nos encontrábamos con
algunos de los participantes de la prueba de andarines, cualquiera de los
anteriormente citados siempre con una palabra de ánimo, que a su vez les
devolvíamos para poder agradecer las suyas...
Las subidas y las bajadas se fueron alternando y llegamos a Villagroy (al preguntar
a una señora del pueblo yo había oído Vollaroy, como las pechugas de pollo, nadie
es perfecto) donde otro avituallamiento, el ultimo antes de meta, nos daba las
energías para continuar el recorrido. La bajada tras el avituallamiento era un camino con
un reguero, el cual se tornaba
en un barrizal a medida que avanzábamos, ¿pero quién dijo miedo? Laura iba
abriendo paso con pie firme, y yo mientras me concentraba en no caer.
Por fin, atravesando caminos con castaños a ambos lados y con un paisaje que
parecía sacado de una película, llegamos al km 14, fue en ese momento cuando
gemelos y cuádriceps se ponen de acuerdo y dicen: ¡Hasta aquí! . La primera
reacción fue intentar continuar pero pronto vi que tendría que estirar, con lo que,
me dirigí al primer castaño en las proximidades, y abrazándolo me puse a
estirar...y en cuanto pude y con los ánimos de mi tortuga compañera, nos
dispusimos a llegar hasta Corullón, donde a los pies del castillo finalizaba la
carrera.
Habiendo sido esta mi carrera más larga hasta la fecha, he de decir que ha compensado el
esfuerzo respecto al fantástico día en compañía de mis compañeros tortugas, el
paisaje que hemos podido disfrutar, y la merecidÍsima comida que sin duda me
devolvió todas las fuerzas invertidas en la prueba.
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