Crónica Trail Peñacorada
Suena el despertador a las 7:00.
Temprano, muy temprano para ser un domingo de septiembre después de una dura
semana de trabajo. Pero no es un domingo cualquiera porque en unas horas me
enfrento a la mayor prueba en distancia, dureza y tiempo que me he planteado
hacer jamás. II Trail de Peñacorada, 21 km de pura montaña con 1.650 m de
desnivel. EL día que me plantee
apuntarme a esta carrera dude mucho. Me decía a mí misma “Laura, tú no estas
acostumbrada a correr por montaña. Nunca has corrido más de 15 km y entrenas lo
que puedes y cuando puedes ¿Dónde vas a ir?” Pero las ganas de probar y las buenas
sensaciones que experimenté en la UTPE Picos de Europa el Mayo pasado me
remordían por dentro. El empuje final me lo dio Calili, diciéndome que si me
apuntaba, él se apuntaba conmigo y la haríamos juntos disfrutando del paisaje
y, como dice el Cholo, pasito a pasito!
Y en Cistierna que nos plantamos
a las 9:00 de la mañana. Durante el viaje se me removió el desayuno
entero, los nervios me angustiaban pero
el precioso día soleado y templado hacia que, respirando profundo, consiguiera
tranquilizarme. Recogida de dorsales y rápido hacia el coche a cambiarse. El
ritual pre-carrera de trail es meticuloso y cuidado. Mallas y camiseta interior
antirozaduras, calcetines y zapatillas especiales, cinturón de hidratación con
millones de cosas (parezco un GeyperMan a punto de entrar en combate!) gorra,
crema solar y una risa nerviosa que iba aumentando conforme se acercaban las
10:00 de la mañana hora de salida. En la meta nos situamos Marcos, Pedrito,
Calili y yo. En los alrededores dando
ánimos y apoyando a tope Ana, nuestra reportera más dicharachera. Cris, nuestra
hermana postiza que nunca falla. Happy-Vero, que todos los días que la veo le
pregunto que toma para derrochar tanta energía (el Guaraná nunca falla eh?jeje)
y más tarde se incorporaría Santi siempre con su sonrisa serena.
Pistoletazo de salida y empezamos! Marcos sale como un tiro y Pedrito decide
hacer la carrera en equipo con Carlos y conmigo.
Es curioso como en el momento que
rompes a sudar se te pasan todos nervios , porque es en ese momento en el que
solo me preocupo de respirar y mirar por donde piso para no escalabrarme. El inicio pinta bien, una pista ancha que nos
lleva hasta la Hermita de San Guillermo pero rápidamente nos adentramos en un
senderin en fila de a uno y ahí es donde me olvido de volver a ver cualquier
camino ancho y “corrible”. Comenzamos a
subir, y a subir, y a subir…..y de repente bajamos, bajamos y bajamos….y
llegamos al primer avituallamiento! Casi no me he dado cuenta, me encuentro
bien y con fuerzas gracias a que mi “personal trainer” Calili me va diciendo en
todo momento cuando debo comer. Si me fiara de mi apetito no probaría bocado en
toda la carrera pero está claro que en este tipo de pruebas tienes que ser
riguroso con este tema si quieres evitar la temida pájara…..miro al fondo y veo
una fila de hormiguitas con camisetas fosforitas subiendo por una pared que,
desde la distancia, parece vertical! Dicha subida nos lleva a la zona más alta
por la cual, cresteando y con una subida más tendida llegamos a la primera cima
a las 2 horas y 15 minutos de haber salido. Con unas vistas espectaculares por
la cara sur de las Riberas del rio Esla y Cea y con todo el poderío y
majestuosidad de los Picos de Europa por la cara Norte, pienso lo afortunada
que soy de poder subir hasta aquí arriba y disfrutar de semejante paisaje. A
partir de aquí nos entra alegría en el cuerpo porque creemos que ya todo es
cuesta bajo, pero Roberto Oviedo (voluntario de la carrera y compañero de
fatigas de mis acompañantes triatletas) nos dice que no, que antes de terminar
nos queda un “repechin” guapo. “No será para tanto!” pienso para mi……ay! Pobre ignorante,
efectivamente, no sabía lo que me esperaba….
Continuamos bajando, corriendo lo
que se puede que, desde mi humilde punto de vista es más bien poco. Bajadas
escarpadas llenas de piedras afiladas hacían que me pensara muy mucho si quería
intentar correr o más bien, ser prudente e ir poco a poco para evitar cualquier
caída. En esta carrera me he dado cuenta
que sufro mucho más bajando que subiendo.
Llegamos a un hayedo precioso,
tan sombrío que perfectamente
podría aparecer un Caminante Blanco de entre la hojarasca. Esta tan empinada
esa bajada que hay cuerdas atadas a los arboles para ayudarte a descender. Hubo
un momento que me tuve que agarrar a la cuerda de espaldas como si estuviera
haciendo rappel! Me encantaría ver como es capaz la gente de bajar eso
corriendo sin perder la vida en el intento, de verdad que me parece imposible.
Llegamos al segundo
avituallamiento y las fuerzas ya flaquean.
Las naranjas fresquitas y los trozos de plátano me dan la vida. Un 10
para la organización en cuestión de avituallamientos. Nosotros íbamos los
últimos y no nos falto de nada.
Estamos aproximadamente en el
kilometro 15 y ahí aparece de repente la subida que nos advirtió Roberto…..me
quedé sin palabras y sin aliento! No puede ser! Pero si es peor que la primera!
Y lo que más me desmoralizaba no era la subida. Era que una vez que hiciéramos
la segunda cima habría una bajada de muchos cojones (hablando mal y pronto!). Y
no me equivoque. Sufriendo como un perro, tirando de cabeza y corazón, y con
los ánimos continuos de Calili y Pedrito, consigo llegar arriba. Pero las
piernas me duelen, me duele el alma, y la bajada que se presenta es horrorosa,
no hay camino y como las cabras tienes que ir sorteando piedras sueltas como
cuchillos, troncos y hasta duendes con uñas afiladas que me arañaban las
patorrillas! (insisto, como es capaz un ser humano de bajar semejante montaña
CORRIENDO!)
EL corredor escoba nos alcanza,
un chico más majo que las pesetas que no dejaba de animarnos y decirnos que
esto ya estaba chupado. La meta ya está
ahí y escucho la música. Llevo más de cinco horas en marcha y mi agotamiento es
total, pero ya llego! Señoras y señores, pese a mis dudas y miedos, he
terminado! Cruzo la meta con una sonrisa de oreja a oreja y con una turba de
aplausos de la gente que allí nos esperaba. Yo no sé si los primeros se
sentirán tan queridos y especiales como me sentí yo en ese momento. Desde aquí
doy las gracias a todos los que nos esperaron durante las 5 horas y 15 minutos
que tardamos en acabar.
Tras la ducha, comida de
hermandad tortuguil y vuelta para casa con las piernas ardiendo como el
fuego pero con la satisfacción de haber
conseguido terminar mi gran reto.
Se presenta una semana dura con
el cuerpo machacado pero con el gusanillo de decidir cual será la siguiente.
GO TORTUGAS GO!
Laura.