El sábado 7 es día de recogida de dorsales al lado de la playa de Samil y por la zona ya se empieza a ver ambiente de carrera. Junto con el dorsal recogemos la bolsa del corredor a la que no le faltaba de nada. De allí nos vamos al casco viejo de Vigo ya que se celebra la fiesta de la Reconquista y por la tarde a Balaídos a animar al Celta, mi equipo de fútbol; tengo la sensación de que no estoy teniendo el día pre-carrera que tendría un pro, pero… ¡qué gaitas!
El domingo es día de carrera y amanece… NEGRO, está lloviendo como si llevase sin hacerlo un mes y está tan cerrado de nubes que apenas veo las grúas del puerto de Vigo desde la ventana de la habitación del hotel. Aquí es cuando uno recuerda porqué los padres son los padres, según miran por la ventana sacan la “vena padre” para empezar la retahíla “pero según está, ¿cómo vas a ir a la carrera?”, “anda no hagas el tonto, que vas a coger lo que no buscas”, “si no vas te invitamos a comer una mariscada”… uno que es fuerte de mente dice que corre y punto, así que después de un paseo en coche hasta la playa de Samil donde está la salida ya estoy calentando mirando al cielo y viendo unas nubes negras con bastante mala pinta.
Fijo en mi mente el objetivo de 1:50, voy a mi cajón, el naranja y veo que en él está el globo… ¡de 1:45!, así que mi objetivo cambia de golpe a intentar seguirlo hasta donde buenamente pueda.
Suena el himno de Galicia, el alcalde nos da sus bendiciones y… ¡SALIDA!, me
encuentro un tapón de gente metiendo codos, tropezando y todas esas cosas
mientras veo alejarse el globo sin poder hacer mucho, así que nuevo objetivo en
menos de 10 minutos, intentar alcanzar al globo.