El sábado 7 es día de recogida de dorsales al lado de la playa de Samil y por la zona ya se empieza a ver ambiente de carrera. Junto con el dorsal recogemos la bolsa del corredor a la que no le faltaba de nada. De allí nos vamos al casco viejo de Vigo ya que se celebra la fiesta de la Reconquista y por la tarde a Balaídos a animar al Celta, mi equipo de fútbol; tengo la sensación de que no estoy teniendo el día pre-carrera que tendría un pro, pero… ¡qué gaitas!
El domingo es día de carrera y amanece… NEGRO, está lloviendo como si llevase sin hacerlo un mes y está tan cerrado de nubes que apenas veo las grúas del puerto de Vigo desde la ventana de la habitación del hotel. Aquí es cuando uno recuerda porqué los padres son los padres, según miran por la ventana sacan la “vena padre” para empezar la retahíla “pero según está, ¿cómo vas a ir a la carrera?”, “anda no hagas el tonto, que vas a coger lo que no buscas”, “si no vas te invitamos a comer una mariscada”… uno que es fuerte de mente dice que corre y punto, así que después de un paseo en coche hasta la playa de Samil donde está la salida ya estoy calentando mirando al cielo y viendo unas nubes negras con bastante mala pinta.
Fijo en mi mente el objetivo de 1:50, voy a mi cajón, el naranja y veo que en él está el globo… ¡de 1:45!, así que mi objetivo cambia de golpe a intentar seguirlo hasta donde buenamente pueda.
Suena el himno de Galicia, el alcalde nos da sus bendiciones y… ¡SALIDA!, me
encuentro un tapón de gente metiendo codos, tropezando y todas esas cosas
mientras veo alejarse el globo sin poder hacer mucho, así que nuevo objetivo en
menos de 10 minutos, intentar alcanzar al globo.
Los 4 primeros kilómetros son llanos, bordeando la playa, pasamos por delante del campo del Coruxo de 2ºB donde tantas veces ha jugado la Cultu, y llegamos a Canido, a la salida del pueblo, empieza la primera de las subidas, casi kilómetro y medio picando para arriba que colocan a cada uno en su sitio, yo voy recortando el hueco con el globo sin prisa pero sin pausa; de vez en cuando una mirada a la derecha con la Gran Bahía dominada por las Cíes me recuerda donde estoy, en alguna ocasión me olvido casi hasta de correr.
El kilómetro 7 alcanzo al globo y como llevo buenas sensaciones (parece que el día de pre-carrera no fue tan malo) decido adelantarlo e ir a mi ritmo. Poco a poco voy pasando corredores, algún que otro leonés ¡e incluso a una prima galega!
Los 4 primeros kilómetros son llanos, bordeando la playa, pasamos por delante del campo del Coruxo de 2ºB donde tantas veces ha jugado la Cultu, y llegamos a Canido, a la salida del pueblo, empieza la primera de las subidas, casi kilómetro y medio picando para arriba que colocan a cada uno en su sitio, yo voy recortando el hueco con el globo sin prisa pero sin pausa; de vez en cuando una mirada a la derecha con la Gran Bahía dominada por las Cíes me recuerda donde estoy, en alguna ocasión me olvido casi hasta de correr.
El kilómetro 7 alcanzo al globo y como llevo buenas sensaciones (parece que el día de pre-carrera no fue tan malo) decido adelantarlo e ir a mi ritmo. Poco a poco voy pasando corredores, algún que otro leonés ¡e incluso a una prima galega!
Nos acercamos a Playa América donde un repecho y un chaparrón endurecen bastante el asunto, pero ya estamos en el 12 y la cuenta va restando; en el 16 llegamos al “kilómetro gaiteiro” esto es así porque bajo la pancarta hay una banda de unos 20 gaiterios tocando muñeiras para ayudar a coger con fuerza el último repecho fuerte de la carrera, por una calle peatonal entre el bosque y con la playa a un salto, siempre a nuestra derecha, una verdadera gozada para todos los sentidos.
Empiezo a notar el esfuerzo y esta vez el avituallamiento que en las medias suelo dejar de largo, el del 20, se convierte para mí en un oasis con sus palmeras y con todo, ¡bendita botella de agua! Sin tiempo para más entramos en pleno centro de Bayona, con la meta al pie del castillo y frente a la réplica de la Pinta, en recuerdo de que allí llegó el 1 de noviembre de 1493 la primera de las tres carabelas de vuelta de América.
Cruzo la línea en 1:43:39, mirando al cielo para dedicárselo a aquellos que hicieron que siendo niño me enamorase de esta tierra. Foto para mis tortugas, ducha y a por mi premio particular, un arroz con carabineros, una botella de albariño y las mejores vistas del mundo.
De la carrera me quedo con el recorrido, las vistas y sobre todo, con la frase de una
niña con la que nos animaba a todos y cada uno de los corredores “VAMOS
CAMPEONES PORQUE SI QUIERES, PUEDES”
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