El ambiente del día antes de la prueba, simplemente espectacular, la organización de 12. Es increíble ver como todo un pueblo y parte de la isla se vuelcan al 100% en un evento deportivo que no sea un partido de fútbol o de otro deporte tan mediático. Basta con deciros que una parte de los voluntarios de la prueba eran miembr@s de un club de la isla de Gran Canaria que se dedica a eso, a servir de apoyo en eventos deportivos, especialmente carreras, y todo ello sin cobrar un euro.
El día de la prueba tocó madrugar un poquito y con los
nervios que nunca te abandonan antes de la carrera, nos encaminamos al bello pueblo
de Haría. Enclavado en un pequeño valle de la zona noroeste de la isla de
Lanzarote, es una villa de casas blancas y un sinfín de palmeras. A las 08:30
llega la hora de la categoría Medium en la que Aitor y Mónica toman parte y
como no puede ser de otra manera, Ana y yo nos dejamos la garganta animando a
nuestras Tortugas.
Calentamiento y a las 9:00 a la línea de salida, nos toca a los Startes. De repente se hace el silencio y una voz en off, hace que la piel se te ponga como escarpias, dándote la bienvenida a la prueba y al reto que estás a punto de afrontar. Pistoletazo de salida y a correr. Aunque mi intención no era ir a tope y pese a que DEPA, el amigo de Aitor, me había dicho que la carrera tenía su miga, me encuentro muy bien, las piernas me van solas y sin quererlo me veo junto al grupo de los primeros de la prueba. En esta primera parte de la carrera el trazado no deja de ir empinándose poco a poco, discurriendo por una pequeña senda plagada a tramos de piedras, hasta volverse bastante exigente y que va abriendo las diferencias entre los pros y el resto de los mortales.
Coronamos y ya nos encontramos en el kilómetro 4. La siguiente zona, la más chula para mí, discurre a lo largo de 3 kilómetros por un camino que se hace muy corrible, con ligeras subidas y bajadas y que nos lleva hasta un mirador desde el que se contempla toda la caleta de Famara, precioso el paisaje…. En este punto la prueba desciende bruscamente por una senda en zig-zag, de las que los expertos en esto del trail denominan “técnica” y en la que mil ojos son pocos, demasiada piedra afilada que no deja de amenazarte de que como te vayas al suelo te vas a hacer mucho, mucho daño. Aquí me lo tomo con relajación, me encuentro muy bien, pero los reflejos no son los mismos que hace media hora y las piedras acojonan. Otra pequeña bajada, ésta ya de poco desnivel, para llegar a la periferia de Haría, y cuando todo indica que estás a pocos metros de llegar a meta, giro a la izquierda y a afrontar los últimos dos kilómetros, el primero de ellos en forma de subida, que si bien en circunstancias normales no entrañaría mayor complejidad, tras 8 kilómetros, se hace duro. Menos mal que aquí la subida tiende a suavizarse a cada metro. Y así llegamos al último kilómetro, un rápido descenso que transita por las calles de Haría y nos lleva a la línea de meta, un pasillo de 150 metros en que la gente no deja de aplaudirte y animarte y donde te espera la medalla de finisher.
Gran carrera muy recomendable que deja un gran sabor de boca. El resto del viaje…. eso no lo cuento porque lo mejor es vivirlo.
Calentamiento y a las 9:00 a la línea de salida, nos toca a los Startes. De repente se hace el silencio y una voz en off, hace que la piel se te ponga como escarpias, dándote la bienvenida a la prueba y al reto que estás a punto de afrontar. Pistoletazo de salida y a correr. Aunque mi intención no era ir a tope y pese a que DEPA, el amigo de Aitor, me había dicho que la carrera tenía su miga, me encuentro muy bien, las piernas me van solas y sin quererlo me veo junto al grupo de los primeros de la prueba. En esta primera parte de la carrera el trazado no deja de ir empinándose poco a poco, discurriendo por una pequeña senda plagada a tramos de piedras, hasta volverse bastante exigente y que va abriendo las diferencias entre los pros y el resto de los mortales.
Coronamos y ya nos encontramos en el kilómetro 4. La siguiente zona, la más chula para mí, discurre a lo largo de 3 kilómetros por un camino que se hace muy corrible, con ligeras subidas y bajadas y que nos lleva hasta un mirador desde el que se contempla toda la caleta de Famara, precioso el paisaje…. En este punto la prueba desciende bruscamente por una senda en zig-zag, de las que los expertos en esto del trail denominan “técnica” y en la que mil ojos son pocos, demasiada piedra afilada que no deja de amenazarte de que como te vayas al suelo te vas a hacer mucho, mucho daño. Aquí me lo tomo con relajación, me encuentro muy bien, pero los reflejos no son los mismos que hace media hora y las piedras acojonan. Otra pequeña bajada, ésta ya de poco desnivel, para llegar a la periferia de Haría, y cuando todo indica que estás a pocos metros de llegar a meta, giro a la izquierda y a afrontar los últimos dos kilómetros, el primero de ellos en forma de subida, que si bien en circunstancias normales no entrañaría mayor complejidad, tras 8 kilómetros, se hace duro. Menos mal que aquí la subida tiende a suavizarse a cada metro. Y así llegamos al último kilómetro, un rápido descenso que transita por las calles de Haría y nos lleva a la línea de meta, un pasillo de 150 metros en que la gente no deja de aplaudirte y animarte y donde te espera la medalla de finisher.
Gran carrera muy recomendable que deja un gran sabor de boca. El resto del viaje…. eso no lo cuento porque lo mejor es vivirlo.
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