A finales de 2018 volvíamos a darle vueltas a la idea de apuntarnos al Cainejo. Para mí
un auténtico reto. Jamás había hecho a una carrera de estas características, ni por
distancia ni por desnivel. En fin, que nos liamos la manta a la cabeza y en diciembre
hacemos la inscripción (¡pero dónde me he metido!). Bueno, venga, cabezo fría, cinco
meses hasta el 18 de mayo para preparar la carrera, así que, además de poner unas velas
a San Judas Tadeo, pido ayuda a Jesús, buen colega y entrenador de la empresa Ludens,
que me organiza un calendario de entrenos muy adaptados a mi situación familiar y
laboral (gracias Jesús!). Y aunque mi porcentaje de cumplimiento del programa no está
mal (creo…), llego a mayo con tantos nervios que a veces siento que me estalla la
cabeza… (calma, calma!).
En la semana de la carrera dan unas previsiones meteorológicas malísimas. En este mes
lo habitual es que Picos siga teniendo neveros que atraviesa la carrera, pero este año
entró un temporal tremendo y en algunas zonas, ya complicadas de por sí, llegó a
acumular más de un metro de nieve, así que el día antes de la carrera la organización
decide suspender, con un buen criterio. Por un lado me sentí aliviado, ya que ir a correr
esta carrera en unas condiciones tan extremas me tenía bastante preocupado, pero por
otro estaba decepcionado ya que tenía la ilusión, había decidido enfrentarme a este reto
y fue una lástima que las circunstancias hicieran que finalmente la carrera tuviera que
ser suspendida. Aun así, y gracias al buen trabajo de la organización, en 15 días nos dan
la buena noticia de que la edición 2019 no se pierde y la fijan para el 28 de septiembre.
¡Genial! Ahora tocaba que en los meses de verano no perder demasiada forma e intentar
llegar a finales de septiembre con ciertas garantías, aunque por supuesto con la
incertidumbre de no saber cómo reaccionará mi organismo en una actividad deportiva
de 12 o 14 horas, muchas más de las que nunca había hecho antes.
Cuando empiezo a pensar en cómo explicar la carrera, he de decir que se me hace
especialmente difícil esta vez poder describir en una crónica todo lo vivido, todo lo
sentido, todos los paisajes... es tan brutal el Cainejo en todos los aspectos que me faltan
adjetivos para poder describirlo (aquí sí que una imagen vale más que mil palabras).
Tengo en la cabeza cientos de imágenes espectaculares de sus canales, sus moles de
caliza, sus sendas, gargantas, bosques…toda esa naturaleza tan espectacular, tan
impresionante que ha sido para mí el soporte fundamental, el empuje que creo que me
permitió continuar en los momentos en los que parece que ya no puedes más.
Para mí la carrera ha sido como una miniserie de tres capítulos. Diferentes pero
relacionados por supuesto entre sí, pero cada uno con su inicio, su trama y su fin. Estos
capítulos son los tres bucles que componen el perfil de la carrera, tres bucles con su
subida y su bajada brutal en cada uno. Y en el último capítulo, el desenlace final de la
serie....Pero antes los momentos previos, los preparativos de la historia…
Salimos el viernes por la tarde hacia Caín. Habíamos conseguido reservar en un hostal
del mismo pueblo así que, esto de estar ya junto a la salida me supuso un punto de
tranquilidad, y además nos confirmaron que ponen desayunos desde muy temprano, así
que genial. También nos dieron de cenar estupendamente en el hostal La Ruta. He de
decir que la ventaja que parecía que tenía este hostal al estar justo delante del arco de
meta, por la noche se convirtió en inconveniente puesto que el bar no cerró en toda la
noche y era el punto de encuentro de voluntarios y gente de la organización, así que casi
no pudimos dormir. Mal comienzo para una carrera de este pelo. En fin, un hándicap
nuevo a sumar, salir con escasas 3 horas de sueño, pero bueno, la adrenalina activa y el
desayuno estupendo que nos pusieron pues también, así que a las 5:15 ya estábamos
entrando en el corralito de salida después de pasar el control. Ahora tocaba esperar tres
cuartos de hora hasta la salida.
A las seis de la mañana comienza el primer capítulo de la historia: la subida a Ario. Dan
la salida, puntuales. Noche cerrada, frontales encendidos, y comienza la carrera. En
pocos metros de circuito por el mismo pueblo empiezan las cuestas, así que poco se
puede correr. Algún tramo donde suaviza la pendiente pero en su mayoría, el recorrido
lo vamos haciendo caminando. Avanzamos en fila india por los senderos, en silencio
con las luces, pocos adelantamientos. Es una imagen preciosa mirar hacia arriba o hacia
abajo y ver toda la línea serpenteante de frontales.
En esta primera subida el cuerpo va cogiendo ritmo, empezando a calentar, eso también
se hace duro porque apenas hemos hecho unos ligeros estiramientos en la zona de salida
y hasta que no rompo a sudar y coger pulsaciones parece que me falta el aire. A medida
que ganamos altura nos metemos en una densa niebla y la sensación que tengo es casi
mágica, avanzando agrupados en silencio, sólo se oyen las respiraciones profundas, el
vaho que se forma por la humedad al exhalar, la fila de luces en procesión entre la
niebla… parece la santa compaña.
Vamos subiendo juntos Víctor y yo hasta llegar a un punto que se conoce como hierbas
altas, una tramo de unos 50 m de bajada un poco complicada por lo resbaladizo. Aquí se
forma cierto lío y en ese momento nos separamos y ya no volvimos a vernos hasta la
llegada. Vamos subiendo por Trea y el cielo comienza a clarear ligeramente con las
primeras luces del alba que permiten distinguir los bloques de caliza que nos rodean en
ese momento. Ya estamos por encima de la niebla y la visión del mar de nubes y el sol
amaneciendo rodeado de montañas es espectacular.
Con los primeros rayos de la mañana llego a Ario y a su refugio, primer avituallamiento
y primera buena sorpresa ya que uno de los voluntarios es Carlos, buen amigo de Ana y
Santi, un tío súper majo de Cistierna que me da mogollón de ánimos. Charlamos un
momento y me cuenta el frío que han pasado y lo que se han calado con esta niebla tan
húmeda. Una vez más me quito el sombrero ante toda esta gente, voluntarios que de
manera desinteresada permiten que paisanos y paisanas como yo, estemos disfrutando
de nuestro deporte. ¡Mil gracias!
Después del refugio, alguna pequeña rampa de subida y ya comienza la bajada. Al
principio se hace complicado porque, aunque el terreno permite correr, la humedad hace
que las piedras estén muy resbaladizas así que me doy algún que otro resbalón sin
mayores consecuencias que rasguños en brazos y manos. La parte final de la bajada se
estrecha en la canal de Culiembro, preciosa bajada donde se puede correr, eso sí, con
buenas derrapadas. Esta canal desemboca en la ruta del Cares y desde aquí 5 km
corriendo por la ruta hasta llegar a Caín. Fin del primer bucle y fin de mi primer
capítulo (de momento parece que me voy a enganchar a la serie así que seguimos a por
el segundo). Eso sí, antes de empezar el segundo tramo, parada en el avituallamiento de
Caín unos minutos para reponer fuerzas, rellenar botes y comer algo.
A pocos metros del avituallamiento giro a la derecha y ya enseguida cogemos un
sendero para salir del pueblo y comenzar la segunda subida, el segundo capítulo de esta
aventura: la subida a cerra Carbanal. Son casi las 10 de la mañana y afronto el comienzo
de la subida más larga de las tres, hacia Mesones. De momento voy cumpliendo el
primer objetivo parcial: llegar a Caín en cuatro horas. Afortunadamente tengo buenas
sensaciones de piernas, la parada en el avituallamiento me ha venido estupendamente,
aun así, consciente de lo que queda, decido mantener un ritmo conservador sabiendo
que tengo mucho desnivel que salvar hasta coronar. Ciertamente la subida de este
segundo bucle es la más larga de las tres, aunque también al final me pareció la más
sencilla por las características del terreno que permite mantener mejor el ritmo de
subida, y por la menor inclinación de sus rampas.
El día fue buenísimo, quizás demasiado calor, así que sudé más de lo previsto y bebía
con frecuencia. Fuente que me encontraba con agua fresca, botes que rellenaba: ¡esto
me dio media vida! Y afortunadamente parece que mi intestino no se va quejando
demasiado con todas las marranadas azucaradas que le voy metiendo, así que parece que
los depósitos de energía de momento se mantienen. Pero bueno, aún queda mucha tela
que cortar...
Disfruto enormemente esta subida y de las vistas que se van abriendo ante nosotros a
medida que se asciende, con un día totalmente despejado de cielo azul, y una brisa en
las partes altas que ayuda a soportar mejor el calor del sol de mediodía. En la parte final
de la subida me siento incluso mejor que al principio, supongo que por eso de ver tan
cerca el final de la misma. Esto me permite mantener el ritmo e incluso adelantar a
algún corredor. Corono cerra Carbanal con un subidón importante que me produce
culminar dos de las tres subidas, llegar a la parte alta y estar rodeado de un paisaje y
unas vistas tan brutales.
Reconozco que me gusta bajar, siempre que las rodillas no se quejan, claro. Disfruto
dándole caña a las bajadas pero esta vez sé que si quiero llegar al final de esta película,
hay que controlarse, que son muchos metros para abajo, así que toca regular bien.
Empiezo la bajada solo pero al poco rato delante de mí veo a un par de corredores y
decido alcanzarles para intentar ir acompañado. La verdad es que llevan un muy buen
ritmo de bajada que creo que puedo seguir sin fundir demasiadas reservas así que me
acoplo a ellos.
La bajada por Capozo es muy corrible, larga pero permite disfrutar atravesando zonas
de bosque con mucha vegetación con algún pequeño riachuelo en el que paramos a
recargar bidones. El avituallamiento del Tombo cada vez lo tenemos más cerca. Miro
mi reloj y me parece mentira que ya hayan pasado ¡siete horas de carrera! Las pistas que
nos llevan hasta el avituallamiento nos permiten correr fácil e ir charlando con mis
compañeros de fatigas Juantxo e Iñaki, dos auténticos máquinas de Rentería que vienen
de hacer hace 15 días, nada más y nada menos que los 100 km más largos del mundo en
Canfranc y además tienen la Tenerife Blue Trail, así que están muy cerca de convertirse
en auténticos Alpinos completando el circuito Alpin-Ultras con las tres carreras.
En el avituallamiento del Tombo tengo claro que hay que reponer y descansar unos
cuantos minutos. No tengo prisa en reanudar la marcha así que con calma me siento,
como y bebo bastante, y estiro un poco para tratar de recuperar lo máximo posible antes
de encarar lo que todos me van anunciando que se nos viene, la gran subida y,
especialmente, bajada final.
Este segundo capítulo de mi serie termina corriendo unos kilómetros por la carretera
hacia Caín, después de haber pasado por la Ermita Corona, hasta coger unas escaleras a
mano derecha con un control de paso donde miro el reloj y exactamente marca ocho
horas en carrera. Juantxo, que repite participación en esta carrera, nos comenta que
podríamos terminarla en unas 11 horas y media o 12, si todo va como nos gustaría que
fuese…
Y así, a las dos en punto de la tarde y subiendo por una escalera natural comienza el
último capítulo, comienza la subida final a Moeño (uf, a ver cómo acaba esto…). Tras 8
horas en carrera y algo más de 40 km en las piernas, las primeras rampas se me
atragantan mucho y me cuesta volver a coger el chip de subida. Aun así consigo
mantenerme a la estela de Juantxo e Iñaki haciendo la goma. Llevan un buen ritmo y no
quiero quedarme solo en estos momentos de la prueba. El sol aprieta y muchos tramos
de la subida no son fáciles y exigen esfuerzos extra para poder hacer los pasos entre las
rocas. En muchas rampas el reloj me marca desniveles del 65%. Uf, ¡necesito agua! Me
vuelvo a arrepentir de no haber metido otro bidón en la mochila. Toca apretar los
dientes sabiendo que no puede quedar mucho hasta el avituallamiento. Al final, quedaba
más de lo que pensaba, pero bueno, llegamos a la majada donde lo tienen montado y
paramos unos cuantos minutos a recargar y reponer a la sombra. ¡Qué gusto de agua
fresca!
¡Vamos que no queda nada!: esta frase me encanta… ¿de verdad que no queda nada?
Prefiero no creérmelo demasiado para no hacerme ilusiones y tratar de no perder la
concentración en el ritmo de subida. Aún queda un buen repecho para arriba, así que,
piano piano. Al fin llegamos a Cabeza Alta en unas 10 horas 20 minutos de carrera. A la
pregunta de ¿cuántos kilómetros nos quedan hasta meta?, la respuesta de los chicos del
control de paso fue: ”olvídate de kilómetros, te queda hora y media hasta el pueblo”…
en ese momento sí que pensé que ya no quedaba na’.
Bueno, ya casi lo teníamos, aunque primero había que superar la bajada final por
Dobresengos, y ¡qué bajada! Para empezar hay que hacer un paso complicado donde la
organización nos tiene una cuerda fija. Salvado este momento, empieza una bajada por
piedras sueltas donde toca poner los cinco sentidos en evitar un tropezón o una
torcedura que pueda aguarnos la fiesta. Una vez más, fijamos un buen ritmo de bajada
pero controlando lo suficiente para no fundirnos antes de tiempo. A medida que
avanzamos ya vemos el Cares a lo lejos, pero aún queda por lo menos una hora hasta
llegar a la parte baja. Ya cerca del río, el recorrido gira hacia la izquierda y comienza la
subidina final. Pensaba que me iba a fastidiar más este repecho final, pero he de
confesar que, después de más de una hora bajando agradecí el cambio de registro y me
prestó sacar bastones y tirar para arriba. También ayudó bastante el subidón de ver que
ya tienes la meta cerca.
Después de esta subida final, ya viene la senda que desemboca en la carretera de acceso
al pueblo, que cruzo corriendo junto a mis dos compañeros de fatigas, hasta entrar por
fin en el arco de meta tras doce horas de carrera. ¡Impresionante! ¡No me lo creo! He
conseguido terminar un auténtico reto para mí y además con buenas sensaciones,
disfrutando. Fin de la película con gran desenlace, jajajaja ¡Qué subidón! Victor llega
también tras una hora y algo, muy entero y también con otro subidón de los buenos!
¡Qué carrerón! ¡Qué paisajes! Excelentemente organizado y señalizado. Muchas gracias
a los organizadores por currarse este evento. Y un placer poder conocer y saludar a
Mayayo en Caín y presentarle el equipazo de las Tortugas Trail León!
Bueno qué, ¿repetiremos el año que viene? Uf, quien sabe. Cainejo 2020, bonito
número…
Alfredo
Club de running, trail running, duatlón, triatlón, ciclismo, natación en aguas abiertas y todo lo relacionado con el deporte, desde la amistad y el buen rollo, porque aunque llegues el último en una prueba, siempre tendrás por detrás a los que no se atrevieron a correrla.
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