Para los corredores, la carrera del ayuntamiento de Matallana empieza un mes antes, el día
que se abren las inscripciones. Tal es su aceptación que hay que andar listo, casi hay que
calentar los dedos y la Tablet para estar a punto y no quedarte sin plaza. Sin embargo, para la
organización la carrera empieza al acabar la edición anterior ¡o incluso antes! Esta era la V edición, he podido participar en todas menos en la segunda por motivos laborales
y no deja de sorprenderme el trabajo de la organización. Cada año sigue abriendo
(literalmente) zonas nuevas para que podamos correr por ellas. Este año, en la primera parte
de la carrera había muchos cambios y todos ellos muy acertados. El domingo anterior fuimos,
Alfredo y yo, a reconocer esta parte nueva y nos encantó. ¡Ole organizadores!
Además era el día indicado para estrenar “caparazón”, estábamos como “niños con zapatos
nuevos”. La equipación nueva sigue la misma filosofía y los mismos colores, pero ahora el
predominio del negro da paso al predominio del verde, ¡todo cambia para que todo siga igual!
Seguro que en verano se agradecerá el color un poco más claro.
Así con el gusanillo en el estómago llegamos Nacho, Alfredo y yo, como es habitual, con
suficiente tiempo para nuestros respectivos tés y café. También, como de costumbre, nos
liamos más de la cuenta y al final nos tuvimos que cambiar y preparar a carreras. Ya en la
salida nos encontramos con la cuarta tortuga que iba a correr la distancia larga, Javi, que
estaba bastante más nervioso que nosotros. Después de las fotos y arenga de rigor (de
duración mini esta vez) ya nos colocamos para la salida.
Nacho y Alfredo salieron bastante tranquilos así que fui con ellos hasta las praderas de las
afueras del pueblo, aunque cuando comenzó la primera cuesta fuerte ya se me fueron y no les
volví a ver hasta la llegada en la que me sacaron unos 20 minutos. Nacho incluso tuvo tiempo
de comer un trozo de filete en el coto Salón y tomarse una cerveza en un avituallamiento. Si
hay una tortuga capaz de comer y beber cerveza en carrera, sin duda es Nacho.
El día era fresco y muy húmedo, con neblina. Yo salí bien colocado y no pillé ningún tapón, de
hecho en las primeras subidas y bajadas ni gané ni perdí puestos por la parte nueva de la
carrera, pude ir perfectamente a mi ritmo, como siempre guardando para después y corriendo
de menos a más. A partir de Pardavé ya sí que fui adelantando corredores tanto en las subidas
como en las bajadas. La carrera es un auténtico rompepiernas con subidas y bajadas cortas
que apenas te permiten coger el ritmo, pero por una zona preciosa y no demasiado transitada.
Un poco antes de Matallana el esperado cruce del río, que afortunadamente no traía
demasiada agua, el domingo anterior sí que venía a tope. Apenas nos mojamos los pies y
después, un poco de descanso en la única parte llana de la carrera hasta llegar a “La Bardaya” y
otra vez a continuar con el recorrido rompepiernas. Yo seguía a mi ritmo, hidratándome y
tomando sales y geles cada 45-50 minutos. En esta parte de la carrera oí a varios corredores
comentando los planes de la organización para el año que viene, 55 Kilómetros, subida al
Polvoreda y salida a las 4:00 am. ¡Esto promete!
Así llegamos a uno de los lugares más bonitos de la carrera, la Peña de La Campana, en medio
de un valle muy chulo. Una cuerda ayuda a bajar de la peña y enseguida ya empieza la subida
hasta el Coto Salón, la más larga y dura de la carrera. Después de 20 kilómetros y unas 8 o 9
subidas ya vas bastante maduro. Tres corredores me adelantaron como balas justo al inicio de
la subida y a los tres se les atragantó, a uno de ellos le adelanté a media subida y a los otros
dos apenas al empezar a bajar. A media bajada hay un pequeño repecho de subida en el que
aproveché para comerme mi tigretón de la suerte, que me vino de puta madre para afrontar el
último cuarto de carrera y no estar demasiado “empalagao” con tantos geles.
Justo al acabar esta bajada, en Palazuelo, me encontré con la gran sorpresa del puesto de
animación tortuguil, con bandera incluida y todos los atributos necesarios para darme fuerzas
y seguir a tope de cara a la última subida, el alto de la Cruz.
Hasta ese momento iba fenomenal, pero a media subida en una parte de fuerte pendiente me
empezaron a dar calambres en los cuádriceps, primero en el izquierdo y luego en el derecho.
Intenté tomarme mi última capsula de sales pero no la encontré, las había acabado, había
calculado mal la duración de la carrera y las necesidades de sales (o eso pensé entonces, pero
luego en casa encontré la capsula perdida). El caso es que la humedad me pasó factura y me
condicionó el resto de la subida y el principio de la última bajada, una de las más bonitas, por
un robledal espectacular. Al poco de comenzar a bajar me recuperé y pude apretar hasta el
final en un poco menos de 5 horas. Me llevó algo más de lo esperado, pero al final me quedo
con la satisfacción de haber corrido una carrera tan especial como la del ayuntamiento de
Matallana y con ganas de volver a correrla el año que viene.
Victor
Club de running, trail running, duatlón, triatlón, ciclismo, natación en aguas abiertas y todo lo relacionado con el deporte, desde la amistad y el buen rollo, porque aunque llegues el último en una prueba, siempre tendrás por detrás a los que no se atrevieron a correrla.
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