La Riaño Open es la hermana pequeña del carrerón por etapas "Riaño Trail Run", con 100
km en tres días reservados para auténticos pros y valientes de verdad como
mis compañeros de Tortugas Triki y Calili. Bueno, la hermana pequeña, no lo es
tanto: 45 km y 3000 m de desnivel positivo, no están nada mal para pasar el
sábado subiendo y bajando por la montaña leonesa, y además con la guinda final
coronando el Gilbo, imagen icónica del pasaje riañés.
La zona de Riaño tiene un significado especial para mí, ya que mi abuelo materno Caco era de Éscaro, uno de los pueblos que cubrió el pantano, que además este año está espectacular, a tope de agua y con el paisaje verde reventón por las abundantes lluvias de esta primavera. Esto de por sí ya era motivo suficiente para animarme a participar en esta carrera, pero es que además la organización de la carrera convirtió el fin de semana en una fiesta tortiguil al ofrecernos colaborar en la misma. El club responde a la llamada y se hace cargo de la asistencia a corredores en el avituallamiento de Horcadas y en la subida al Gilbo, ¡y qué manera de apoyar!
Yo me apunto a la propuesta organizativa de Pablo y reservamos noche del viernes en Burón para evitar madrugones. Desayunamos como paisanos y carretera hacia Maraña, donde está la salida, Nacho, Pablo y yo, con la cobertura de Judith al volante (gracias!). Llegamos de los primeros y Aitor llega un poco más tarde con el resto de corredores en los autobuses que vienen desde Riaño. Risas, abrazos, nervios y detallazo de Pablo mandando un mensaje de apoyo para su compañero de trabajo marañés Zósimo (¡claro que sí, ánimo!).
Arranca la carrera y en seguida cogemos la primera subida non-stop. Cuatro kilómetros de buena pendiente y sin descanso hasta coronar el punto más alto del recorrido en la zona de los Mampodres. En estas primeras rampas me distancio poco a poco de mis compañeros a los que ya no volveré a ver hasta la llegada.
Después de coronar, descenso rápido y divertido. Y así, con el sube y baja llego hasta el kilómetro 13 donde está el primer avituallamiento. Seco como la mojama, con los tres bidones en las últimas, el calor va subiendo y me lo está poniendo difícil. Llego con una buena sudada, así que hay que beber y recargar el litro y medio que llevo en la mochila. Algo de comida al buche, unos buenos tragos, tomo aire y al lío... y ahí empieza la segunda subida fuerte y, para mí, el que fuera el peor momento de la carrera. Pequeña pájara, así que decido meter la reductora y subir este collado tratando de no quedarme demasiado, y esperando recuperar fuerzas. Como, bebo, siento mucho calor...y por fin corono (uff qué atragantón). La bajada me ayuda a recuperar hasta llegar al siguiente avituallamiento en el kilómetro 22 en Salamon, donde recargo las botellas vacías (hacía mucho que no bebía tanto en una carrera)
Toca ahora subir un repechín para después bajar hasta Las Salas. Cruzamos el pueblo y cogemos un camino a la derecha de la carretera que nos lleva varios kilómetros junto al río. Tramo en el que podemos correr donde los kilómetros parece que pasan algo más rápido y me hace pensar que cada vez está más cerca Horcadas (ganas de llegar!).
Pero antes espera la sorpresita del túnel de la presa y el acceso a la carretera por donde corremos algún que otro kilómetro. Con la torradera que llevo y la suma de asfalto y falta de sombra, casi me da un jamacuco. Toca apretar los dientes y pasar cuanto antes el tramo para mí más feo del recorrido.
Penúltima subida larga por pista y posterior bajada que enfila hacia Horcadas, donde al llegar me sorprende ver a Pablo, que lamentable ha tenido que retirarse. Pero bueno, ahí está con la fiesta del avituallamiento que ha montado el equipo, ¡qué maravilla!, animando hasta con la campana de la iglesia, y atendiendo a todos los corredores: es una recarga física y mental! Paro unos minutos para repostar y me preparo para la subida final al Gilbo. Tengo claro poner un ritmo mantenido para llegar arriba con fuerzas y poder asegurar y disfrutar la bajada. Y en mitad de la subida, otra grata sorpresa cuando me encuentro con Pedro bajando de la cima (esto es como correr en casa).
La última rampa desemboca en una cresta complicada que lleva hasta la cima. Es un paso de vértigo pero tener ahí a Juveta, Calili, Pedrito y Santi me dan una tranquilidad y confianza suficientes como para avanzar sin problemas, incluso para poder disfrutar del momento con las vistas espectaculares de Riaño y el pantano repleto de agua, el cielo azul, la brisa...un lujo.
Tras coronar comienza la bajada, en un principio bastante complicada así que toca avanzar con cuidado. Reservar en la subida me ha venido bien para poder bajar disfrutando y aumentando el ritmo en cuanto el terreno lo permite. La verdad que me lo paso como los indios. El tramo final es un camino ancho que nos dirige hacia el puente de acceso Riaño. ¡Venga, venga! subidón que ya está ahí el pueblo. Esta vez disfruto correr por el asfalto del puente, rodeado de agua y sabiendo que la meta está muy muy cerca.
En el pueblo me pierdo (no me lo puedo creer!) no encuentro las marcas y es finalmente la música de meta la que me orienta hacia la plaza. Ya lo tengo, ahí está, arco de meta después de 45 km y prácticamente siete horas y media: ¡objetivo conseguido! Nacho y Aitor también consiguen terminar algo más tarde.
Carrerón a pesar de algún tramo menos agradable como los pasos por carretera o alguna pista pelada,
realmente es una gran carrera. Pero lo que ha sido de 10, sin ninguna duda, es
Horcadas y el avituallamiento super bien atendido por muchos Tortugas y el
apoyo en el Gilbo. ¡Gran equipo, sí señor!
Alfredo
La zona de Riaño tiene un significado especial para mí, ya que mi abuelo materno Caco era de Éscaro, uno de los pueblos que cubrió el pantano, que además este año está espectacular, a tope de agua y con el paisaje verde reventón por las abundantes lluvias de esta primavera. Esto de por sí ya era motivo suficiente para animarme a participar en esta carrera, pero es que además la organización de la carrera convirtió el fin de semana en una fiesta tortiguil al ofrecernos colaborar en la misma. El club responde a la llamada y se hace cargo de la asistencia a corredores en el avituallamiento de Horcadas y en la subida al Gilbo, ¡y qué manera de apoyar!
Yo me apunto a la propuesta organizativa de Pablo y reservamos noche del viernes en Burón para evitar madrugones. Desayunamos como paisanos y carretera hacia Maraña, donde está la salida, Nacho, Pablo y yo, con la cobertura de Judith al volante (gracias!). Llegamos de los primeros y Aitor llega un poco más tarde con el resto de corredores en los autobuses que vienen desde Riaño. Risas, abrazos, nervios y detallazo de Pablo mandando un mensaje de apoyo para su compañero de trabajo marañés Zósimo (¡claro que sí, ánimo!).
Arranca la carrera y en seguida cogemos la primera subida non-stop. Cuatro kilómetros de buena pendiente y sin descanso hasta coronar el punto más alto del recorrido en la zona de los Mampodres. En estas primeras rampas me distancio poco a poco de mis compañeros a los que ya no volveré a ver hasta la llegada.
Después de coronar, descenso rápido y divertido. Y así, con el sube y baja llego hasta el kilómetro 13 donde está el primer avituallamiento. Seco como la mojama, con los tres bidones en las últimas, el calor va subiendo y me lo está poniendo difícil. Llego con una buena sudada, así que hay que beber y recargar el litro y medio que llevo en la mochila. Algo de comida al buche, unos buenos tragos, tomo aire y al lío... y ahí empieza la segunda subida fuerte y, para mí, el que fuera el peor momento de la carrera. Pequeña pájara, así que decido meter la reductora y subir este collado tratando de no quedarme demasiado, y esperando recuperar fuerzas. Como, bebo, siento mucho calor...y por fin corono (uff qué atragantón). La bajada me ayuda a recuperar hasta llegar al siguiente avituallamiento en el kilómetro 22 en Salamon, donde recargo las botellas vacías (hacía mucho que no bebía tanto en una carrera)
Toca ahora subir un repechín para después bajar hasta Las Salas. Cruzamos el pueblo y cogemos un camino a la derecha de la carretera que nos lleva varios kilómetros junto al río. Tramo en el que podemos correr donde los kilómetros parece que pasan algo más rápido y me hace pensar que cada vez está más cerca Horcadas (ganas de llegar!).
Pero antes espera la sorpresita del túnel de la presa y el acceso a la carretera por donde corremos algún que otro kilómetro. Con la torradera que llevo y la suma de asfalto y falta de sombra, casi me da un jamacuco. Toca apretar los dientes y pasar cuanto antes el tramo para mí más feo del recorrido.
Penúltima subida larga por pista y posterior bajada que enfila hacia Horcadas, donde al llegar me sorprende ver a Pablo, que lamentable ha tenido que retirarse. Pero bueno, ahí está con la fiesta del avituallamiento que ha montado el equipo, ¡qué maravilla!, animando hasta con la campana de la iglesia, y atendiendo a todos los corredores: es una recarga física y mental! Paro unos minutos para repostar y me preparo para la subida final al Gilbo. Tengo claro poner un ritmo mantenido para llegar arriba con fuerzas y poder asegurar y disfrutar la bajada. Y en mitad de la subida, otra grata sorpresa cuando me encuentro con Pedro bajando de la cima (esto es como correr en casa).
La última rampa desemboca en una cresta complicada que lleva hasta la cima. Es un paso de vértigo pero tener ahí a Juveta, Calili, Pedrito y Santi me dan una tranquilidad y confianza suficientes como para avanzar sin problemas, incluso para poder disfrutar del momento con las vistas espectaculares de Riaño y el pantano repleto de agua, el cielo azul, la brisa...un lujo.
Tras coronar comienza la bajada, en un principio bastante complicada así que toca avanzar con cuidado. Reservar en la subida me ha venido bien para poder bajar disfrutando y aumentando el ritmo en cuanto el terreno lo permite. La verdad que me lo paso como los indios. El tramo final es un camino ancho que nos dirige hacia el puente de acceso Riaño. ¡Venga, venga! subidón que ya está ahí el pueblo. Esta vez disfruto correr por el asfalto del puente, rodeado de agua y sabiendo que la meta está muy muy cerca.
En el pueblo me pierdo (no me lo puedo creer!) no encuentro las marcas y es finalmente la música de meta la que me orienta hacia la plaza. Ya lo tengo, ahí está, arco de meta después de 45 km y prácticamente siete horas y media: ¡objetivo conseguido! Nacho y Aitor también consiguen terminar algo más tarde.
Alfredo
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