El pasado 11 de septiembre disputé el Trail Canfranc-Canfranc en la distancia de 16Km y 1600 m. positivos.
Esta
aventura surgió el pasado año durante unas vacaciones… esto de correr tiene que
en cuanto ves una tienda de material deportivo, aunque estés de vacaciones, te
atrapa a su interior como un imán a un hierro. Pues en este caso la tienda en
concreto fue la tienda Grifone de Jaca; allí conocimos a Javi, uno de los
organizadores de la Canfranc-Canfranc y que aparte de vendernos unas camisetas y
chaquetas súper chulas, nos “vendió” las excelencias de la carrera… cosa que ya
sabíamos por Víctor, que el año pasado corrió la carrera de 47 km.
Así que en cuanto salieron las inscripciones,
allá por el mes de diciembre del año pasado, Ana y yo no lo dudamos y
organizamos nuestras vacaciones veraniegas de este año, teniendo como punto de
partida esta carrera.
Este verano ha sido un verano muy diferente y extraño y no solo por el calor que ha hecho, a nivel personal se ha ido la persona con la que me inicie en esto del running, la persona que ha marcado, en cierta manera, lo que soy en la vida, aunque no estuviéramos de acuerdo en muchas cosas… Casi no había entrenado y dos semanas antes estaba en el fisio tratando de recuperar una sobrecarga en aductor derecho.
Pero como la vida sigue y sobre todo es en los momentos malos cuando te das cuenta de que lo realmente importante es atesorar recuerdos y momentos, al final decimos vivir la experiencia de la carrera Canfranc-Canfranc!!!
El sábado 10 de septiembre Ana y yo nos presentamos en Canfranc Estación, localidad del pirineo oscense, conocida por su imponente estación de tren y que sirve como escenario de inicio y final para las cuatro pruebas que conforman esta ya mítica prueba.
El lugar en sí es simplemente, impresionante, ya que estás rodeado de montañas que no bajan de los 2.000 metros y que la organización de la carrera recuerda a otras grandes como la TransGrancanaria o la UTPE.
Este verano ha sido un verano muy diferente y extraño y no solo por el calor que ha hecho, a nivel personal se ha ido la persona con la que me inicie en esto del running, la persona que ha marcado, en cierta manera, lo que soy en la vida, aunque no estuviéramos de acuerdo en muchas cosas… Casi no había entrenado y dos semanas antes estaba en el fisio tratando de recuperar una sobrecarga en aductor derecho.
Pero como la vida sigue y sobre todo es en los momentos malos cuando te das cuenta de que lo realmente importante es atesorar recuerdos y momentos, al final decimos vivir la experiencia de la carrera Canfranc-Canfranc!!!
El sábado 10 de septiembre Ana y yo nos presentamos en Canfranc Estación, localidad del pirineo oscense, conocida por su imponente estación de tren y que sirve como escenario de inicio y final para las cuatro pruebas que conforman esta ya mítica prueba.
El lugar en sí es simplemente, impresionante, ya que estás rodeado de montañas que no bajan de los 2.000 metros y que la organización de la carrera recuerda a otras grandes como la TransGrancanaria o la UTPE.
La noche
anterior a la prueba, estaba muy nervioso, intentando adivinar cómo iba a ser
la prueba, mentalizándome de que no tenía que cebarme en la parte inicial y que
superados los 5 primeros kilómetros estaba hecho lo más duro… pero….error….!!!
Sí es cierto que la carrera tuvo dos partes bien diferenciadas: una primera de unos 7 km aprox. en el que se ascendían los 1.600 metros positivos de la prueba y que comenzaba con un primer kilómetro en ligero descenso por la localidad, para dar paso a otros 5 kilómetros de continua subida en continuo zig zag rodeado de árboles y para terminar con un último kilómetro bastante duro y alcanzar la cima de la prueba, el pico la Moleta de 2.572 metros de altitud; y de una segunda parte de 10 kilómetros de casi continuo descenso, pero… lo imaginado fue todo lo contrario a la realidad….
La parte fácil fue… la primera!!!
Cuando sonó el pistoletazo de salida mi mente tenía claro lo que tenía que hacer, buscar a Ana entre la multitud de familiares y espectadores que no dejaban de animarnos e ir tranquilo, disfrutar de la carrera y del paisaje y sobre todo no venirme arriba (esta siempre es la más difícil…). Así que cogí mi ritmo y casi sin darme cuenta en 1 hora y 40 minutos estaba arriba, es cierto que el tramo final era bastante pindio y me costó lo suyo, pero llegar a la cima y contemplar las imponentes vistas de los pirineos viendo como el sol, que comenzaba a despuntar en el horizonte, cubría con su luz las majestuosas moles de piedra, eso… eso no tiene precio…
Y ahí fue cuando comenzó para mí la verdadera carrera… lo mío no es bajar… y los 10 kilómetros se me hicieron muy cuesta arriba… los 5 primeros kilómetros fueron, casi en su totalidad, de bajada técnica y me dejaron los muslos “al ajillo” y los cinco siguientes, siendo mucho más suaves y con alguna parte llana, se hicieron interminables… duros!!! duros!!!.
La llegada a meta supuso un cumulo de sentimientos encontrados en mi cabeza… por un lado de alegría por haber conseguido terminar la carrera, un auténtico carrerón; por poder disfrutar de correr, aunque duela y te haga sufrir; por reencontrarte con la persona que más te quiere y que siempre está ahí, aunque haya que recorrer 900 kilómetros para levantarse a las 06:30 de la mañana un domingo para animar en la salida de una carrera; por estar en un sitio tan espectacular pero… a la vez tristeza… porque no puedes evitar acordarte de la persona que ya no está, con la que aprendiste esto de correr, la que te enseñó tantas cosas de la vida…y era la primera vez que ya no le podía contar cómo me había ido la carrera.
Esta crónica va por ti papá, siempre estarás aquí con nosotros, en nuestros recuerdos y en nuestros corazones.
Santi.
Sí es cierto que la carrera tuvo dos partes bien diferenciadas: una primera de unos 7 km aprox. en el que se ascendían los 1.600 metros positivos de la prueba y que comenzaba con un primer kilómetro en ligero descenso por la localidad, para dar paso a otros 5 kilómetros de continua subida en continuo zig zag rodeado de árboles y para terminar con un último kilómetro bastante duro y alcanzar la cima de la prueba, el pico la Moleta de 2.572 metros de altitud; y de una segunda parte de 10 kilómetros de casi continuo descenso, pero… lo imaginado fue todo lo contrario a la realidad….
La parte fácil fue… la primera!!!
Cuando sonó el pistoletazo de salida mi mente tenía claro lo que tenía que hacer, buscar a Ana entre la multitud de familiares y espectadores que no dejaban de animarnos e ir tranquilo, disfrutar de la carrera y del paisaje y sobre todo no venirme arriba (esta siempre es la más difícil…). Así que cogí mi ritmo y casi sin darme cuenta en 1 hora y 40 minutos estaba arriba, es cierto que el tramo final era bastante pindio y me costó lo suyo, pero llegar a la cima y contemplar las imponentes vistas de los pirineos viendo como el sol, que comenzaba a despuntar en el horizonte, cubría con su luz las majestuosas moles de piedra, eso… eso no tiene precio…
Y ahí fue cuando comenzó para mí la verdadera carrera… lo mío no es bajar… y los 10 kilómetros se me hicieron muy cuesta arriba… los 5 primeros kilómetros fueron, casi en su totalidad, de bajada técnica y me dejaron los muslos “al ajillo” y los cinco siguientes, siendo mucho más suaves y con alguna parte llana, se hicieron interminables… duros!!! duros!!!.
La llegada a meta supuso un cumulo de sentimientos encontrados en mi cabeza… por un lado de alegría por haber conseguido terminar la carrera, un auténtico carrerón; por poder disfrutar de correr, aunque duela y te haga sufrir; por reencontrarte con la persona que más te quiere y que siempre está ahí, aunque haya que recorrer 900 kilómetros para levantarse a las 06:30 de la mañana un domingo para animar en la salida de una carrera; por estar en un sitio tan espectacular pero… a la vez tristeza… porque no puedes evitar acordarte de la persona que ya no está, con la que aprendiste esto de correr, la que te enseñó tantas cosas de la vida…y era la primera vez que ya no le podía contar cómo me había ido la carrera.
Esta crónica va por ti papá, siempre estarás aquí con nosotros, en nuestros recuerdos y en nuestros corazones.
Santi.
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