Olvidando las batallitas y volviendo a la Batallona, es domingo, son las 6:30 y suena la alarma, me desperezo, desayuno, doy un último repaso a la bolsa y salgo camino del punto de encuentro para verme a las 7:30 con Aitor y Moni para ir camino de Pola.
A eso de las 10 me veo en el alto de la Farrapona, con la camiseta del Reino, mi dorsal, muchísima ilusión, unas ganas terribles de que empiece la carrera y con la confianza de poder terminar la carrera dignamente, y además no solo no me han pagado por estar allí, si no que he madrugado y he pagado una inscripción, ¡cómo cambian las cosas! (y para bien).
Minutos antes del comienzo de la carrera, última arenga de los capitanes y suenan los himnos, los siento, pero los del equipo de León cantando el himno parecíamos una despedida de soltero cuando ya está de vuelta después de toda la noche, resultado, victoria moral para Asturias, ¡qué envidia!
3, 2, 1… ¡salida! Esto no hay quien lo pare, y tras la
bajada inicial comienza la subida de unos 5 kilómetros, que aun siendo
pendiente se hace bastante llevadera, andando, por supuesto, vamos rodeando los
lagos de Saliencia para terminar en una pradera de montaña donde está el primer
avituallamiento.
Justo después del avituallamiento empieza la parte más
técnica de la carrera, y esta vez, para darle más emoción había llovido durante
toda la semana y estaba bastante embarrado, encharcado y en las zonas de piedra
muy resbaladizo, así que decidí que Aitor bajase a su ritmo con la soltura (o
más bien locura) que tiene para estas bajadas técnicas y yo fui bajando con un
punto de mayor cuidado con el que evitar sustos para mis tobillos, que sí
sufrieron varios compañeros de carrera.
Tras este tramo de bajada lenta, casi tanto como la subida, llegamos al segundo avituallamiento, pegado al Lago del Valle, y allí estaba Aitor esperándome desde hacía un par de minutos que aprovechó para hacer una de sus famosas retransmisiones en directo para Facebook de Tortugas. Sandía, agua por dentro, por fuera y para rellenar el bidón porque el calor aprieta y continuamos juntos la carrera, aunque no por mucho tiempo, porque a unos 500 metros paramos para hacernos fotos desde el muro del Lago, y es que es imposible resistirse a parar y llenar cuerpo y mente de los paisajes que estamos recorriendo.
A partir de aquí la carrera discurre por caminos más ancho entre arboledas y generalmente cuesta abajo aunque no sin repechos que cortan el ritmo y con sorpresas en forma de tramos embarrados donde se podía meter el pie hasta la altura de la rodilla. Cuando las fuerzas empiezan a faltar, justo después de una curva a la derecha empezamos a escuchar gritos de “¡Vamos Tortugas!” y allí están Laura, Calili y Graciela, simplemente gracias, una dos y mil veces, ¡qué grande este equipo!
Tras el paso por Valle del Lago y el avituallamiento, sólo quedan 5 kilómetros de “bajada” hasta meta, pero empiezo a notar que algo me molesta en el talón derecho, seguro que es una piedrita, así que aviso a Aitor, paro para sacar la piedra, pero… no aparece, así que vuelvo a ponerme la zapatilla y cuando apoyo el pie noto algo parecido a 50 agujas clavándose, tengo una ampolla tamaño talón, así que aprieto fuerte los dientes, ajusto la pisada para hacerme el menor daño posible, pienso en la bronca que me va a meter SofÍa que se ha tenido que quedar en casa porque un mal virus la ha dejado KO el día anterior si le digo que no he llegado a meta por una “ampollita de nada” y si sigo, siempre junto a Aitor, él a mi ritmo o yo al suyo dependiendo del momento.
Tras este tramo de bajada lenta, casi tanto como la subida, llegamos al segundo avituallamiento, pegado al Lago del Valle, y allí estaba Aitor esperándome desde hacía un par de minutos que aprovechó para hacer una de sus famosas retransmisiones en directo para Facebook de Tortugas. Sandía, agua por dentro, por fuera y para rellenar el bidón porque el calor aprieta y continuamos juntos la carrera, aunque no por mucho tiempo, porque a unos 500 metros paramos para hacernos fotos desde el muro del Lago, y es que es imposible resistirse a parar y llenar cuerpo y mente de los paisajes que estamos recorriendo.
A partir de aquí la carrera discurre por caminos más ancho entre arboledas y generalmente cuesta abajo aunque no sin repechos que cortan el ritmo y con sorpresas en forma de tramos embarrados donde se podía meter el pie hasta la altura de la rodilla. Cuando las fuerzas empiezan a faltar, justo después de una curva a la derecha empezamos a escuchar gritos de “¡Vamos Tortugas!” y allí están Laura, Calili y Graciela, simplemente gracias, una dos y mil veces, ¡qué grande este equipo!
Tras el paso por Valle del Lago y el avituallamiento, sólo quedan 5 kilómetros de “bajada” hasta meta, pero empiezo a notar que algo me molesta en el talón derecho, seguro que es una piedrita, así que aviso a Aitor, paro para sacar la piedra, pero… no aparece, así que vuelvo a ponerme la zapatilla y cuando apoyo el pie noto algo parecido a 50 agujas clavándose, tengo una ampolla tamaño talón, así que aprieto fuerte los dientes, ajusto la pisada para hacerme el menor daño posible, pienso en la bronca que me va a meter SofÍa que se ha tenido que quedar en casa porque un mal virus la ha dejado KO el día anterior si le digo que no he llegado a meta por una “ampollita de nada” y si sigo, siempre junto a Aitor, él a mi ritmo o yo al suyo dependiendo del momento.
Kilómetro 21 y ya se ve Pola al fondo, una bajada empinada
por un camino y entramos en el pueblo y allí está Moni, animando como solo ella
sabe, y es tal el subidón que empezamos a esprintar como si fuésemos a ganar la
carrera, el objetivo es llegar juntos y sin gente pegada por delante para salir
bien en la foto, llegamos juntos a meta, nos agarramos de la mano, una
instantánea perfecta… que no está en ninguna parte porque el fotógrafo estaba
despistado.
Tras la meta, recogemos la bolsa del corredor, que los voluntarios van rellenando de sidra, leche, legumbres… y cuando llego a la altura de la señora que está repartiendo cervezas no puedo por menos que darle un abrazo, esa cerveza es para mí más valiosa que la medalla de primer clasificado para el ganador.
A pesar del pie, he terminado la carrera con unas sensaciones fabulosas y pasados dos días solo pienso en repetir para 2018, pero hasta entonces hay muchas carreras en las que demostrar por qué Tortugas Trail León somos mucho más que un club.
Diego
Tras la meta, recogemos la bolsa del corredor, que los voluntarios van rellenando de sidra, leche, legumbres… y cuando llego a la altura de la señora que está repartiendo cervezas no puedo por menos que darle un abrazo, esa cerveza es para mí más valiosa que la medalla de primer clasificado para el ganador.
A pesar del pie, he terminado la carrera con unas sensaciones fabulosas y pasados dos días solo pienso en repetir para 2018, pero hasta entonces hay muchas carreras en las que demostrar por qué Tortugas Trail León somos mucho más que un club.
Diego
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