Después de un largo viaje, en medio de una tormenta bestial llegamos a Bellver de Cerdanya.
Antes de recoger el dorsal en Bagá, pasamos por el hotel, donde nos encontramos con unos
chicos de Canarias y una chica de Mallorca, lo que me confirmó una teoría a la que estoy
dando vueltas desde hace tiempo: HAY GENTE EN EL MUNDO MÁS PIRADA QUE YO. Algunos
vienen todavía de más lejos…
Pronto por la mañana me acerqué a la salida para disfrutar del ambiente y pillar un buen sitio,
con más de 1.000 inscritos pueden organizarse tapones importantes.
Dicen por allí que una “Marató de l´ pallés, no són 42 sinó una mica mes”, así que en realidad
me tocará correr 45 Km con 2400 metros de desnivel positivo. Sobre el papel el perfil no
parece demasiado duro, no tiene los desniveles a los que estamos acostumbrados por aquí,
pero la primera subida de 21 kilómetros acojona un pelín. Llevo dudando desde que me
inscribí si llevar palos o no, pero al final decido llevarlos para dar descanso a las piernas en una
subida tan larga.
Salgo reservando, guardando fuerzas para después. Los primeros kilómetros trascurren por
pinares entre brumas, por terreno suave, no demasiado empinado. Hay casi un 100% de
humedad que me hace sudar la gota gorda. Esta parte de la carrera está saturada de
corredores por lo que cuando la pendiente aumenta no se puede correr porque se forman
importantes tapones y prefiero no hacer demasiados sobreesfuerzos adelantando a gente así
que voy poco a poco.
Me sorprende el silencio, con la cantidad de gente que va corriendo nadie habla, en 6 horas
apenas intercambio unas palabras con unos pocos corredores y no es que venga de tertulia
aquí, pero me sorprende que nadie hable. También me sorprende que el público es bastante
escaso y muy poco ruidoso, esta será la tónica general de la carrera.
La subida no es demasiado dura, hay un montón de descansos que se agradecen y se puede
correr bastante., pero en muchas ocasiones los bastones más que ayudar estorban. Ya por
encima de la niebla, con un mar de nubes bajo mis pies y con sol, desciende la humedad y cada
vez me encuentro mejor. Enseguida ya estoy en el refugio de Cortals donde está el primer
avituallamiento. Como todos los avituallamientos de esta carrera es muy completo y con unos
voluntarios muy atentos dispuestos a ayudarte en todo lo necesario.
A media subida, se acaban los pinos, tomo mi primer gel y sigo poco a poco hasta el Pas dels
Gosolans. El terreno sigue siendo bastante suave y con frecuentes descansos, así que se puede
correr bastante excepto en algunos puntos con más pendiente en los que se siguen haciendo
tapones. Este paso mítico es el final de la subida, el punto más alto de la carrera y ya casi la
mitad de la prueba. Me paro a hacerme unas fotos, guardo los bastones, me cago en todo por
haberlos traído y empiezo la bajada que es divertidísima, no demasiado técnica y con
continuos zigzags. Trato de comer una barrita energética mientras bajo (ya he perdido
suficiente tiempo con las fotos) y casi me ahogo, no puedo tragar y concentrarme en la bajada
a la vez, ¡soy un tío, joder!, así que guardo el resto para después. De todos modos quedan sólo
3 kilómetros para el próximo avituallamiento y no voy demasiado castigado. Me dejo ir, no<
fuerzo en la bajada pero tampoco freno y como la pendiente no es excesiva voy bastante
rápido adelantando corredores uno tras otro.
El segundo avituallamiento está en el refugio de Aguiló y desde aquí hay un pequeño repecho
de subida, una pequeña putadilla en realidad. Una vez superada, la carrera se mete por un
precioso sendero muy rápido entre pinares. Sigo a lo mío, sin forzar, pero sin frenar,
disfrutando un montón de la bajada y adelantando gente. Echo de menos a alguna otra
tortuga, sobre todo a Alfredo con el que seguro que bajaría a tumba abierta por aquí, pero
prefiero no vaciarme, bajo rápido pero sin quemarme. A estas alturas los kilómetros vuelan y
al momento ya estoy abajo del todo, en el pueblo de Martinet donde está el tercer
avituallamiento. Allí recibo los ánimos de la presidenta de mi club de fans (jejeje). Me hidrato,
como fruta y gominolas y tiro palante.
Voy animado, en tiempo de mejorar mi objetivo de estar entre 6 y 6,5 horas, pero empieza la
parte más fea de la carrera, del km 34 al 38, por unos prados más menos en llano o en suave
subida. Se junta la acumulación de kilómetros con la zona más fea y me da un bajón
importante, trato de correr y no puedo. Me lo tomo con calma, dejo de correr, ando un rato,
me tomo un gel con cafeína y me hidrato bien. Aunque pierdo varios puestos me funciona
bien y enseguida puedo volver a correr.
Empieza en este momento esa fase obsesiva que tienes en algunas carreras largas en la que te
repites una y otra vez una frase absurda o el estribillo de una canción que ni siquiera te gusta,
pero eso al menos te distrae y te permite seguir avanzando. Tengo ganas de que llegue el
último repecho, en realidad prefiero subir a seguir llaneando. Eso es lo que pasa por entrenar
en La Candamia, pierdes la costumbre de ir en llano. Esta última subida se me hace menos
dura de lo esperado y enseguida estoy volando hacia Bellver, estoy completamente
recuperado y a tope. Sólo falta la bajada final y otros tres kilómetros en llano, así que ya no
tengo motivo para ahorrar fuerzas, voy todo lo fuerte que puedo y así recorro esa “mica mes”
que dicen los catalanes que tiene este maratón. Entro eufórico en 5h 48´, mejor de lo
esperado y ya pensando en próximos objetivos.
Victor
Club de running, trail running, duatlón, triatlón, ciclismo, natación en aguas abiertas y todo lo relacionado con el deporte, desde la amistad y el buen rollo, porque aunque llegues el último en una prueba, siempre tendrás por detrás a los que no se atrevieron a correrla.
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Que grande tio, a partir de ahora toca entrenar en llano, jajajaja.
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