Aquí
me hallo, con una gafas mas grandes que mi cara delante de un inflable de
salida a través del cual veo en la lejanía un peñón de dimensiones
considerables, al cual tengo que llegar y no corriendo, que es a lo que me
suelo dedicar cuando tengo un rato libre, no, ¡nadando! Tengo que llegar nadando
a dicho peñón, rodearlo, y volver hacia la playa. Todo esto sin ahogarme y sin
que ningún pez o sucedáneo le diera por molestarme en el trayecto. Aquí os
cuento mi primera experiencia en una travesía a nado en aguas abiertas.
Esta
experiencia y acompañarle a él en infinidad de competiciones , hace que me
pique el gusanillo a probar y demostrarme a mí misma si sería capaz de hacer
alguna travesía. Dicho y hecho, el verano pasado no fue posible, pero este no
me lo perdería. Primera oportunidad, VII Travesía Castros de Celorio. 1.300
metros. Nos damos cita la familia de
Luis Sánchez al completo en Playa Palombina junto con el Club Natación Casa
Asturias, alias Los Pececillos. Ellos están muy fuertes, llevan entrenando
todo el invierno duramente, y estoy a años luz de su nivel, pero era el debut
para todos en este tipo de eventos. Nos colocamos en la línea de salida, todos
con una cara de póker importante mirando fijamente al mar. El agua está
fría….muy muy fría y a todos nos atacan nuestros demonios en esos momentos de
nerviosismo. A mi me da por empezar a gritar imitando a Gran Jaime, fundador de
Tortugas Trail León, “¡amos equipooooooooooo!” Dar ánimos gritando me relaja y
me pone eufórica aunque la gente me mira raro diciendo “¿y esta tarada de donde
sale?”. Pistoletazo de salida y ¡al agua patos! La gente corre y se tira con un
estilazo digno de campeonato televisado, yo los miro desde la retaguardia ya
que voy caminando tranquilamente hasta que el agua me cubre el pecho y comienzo
a dar las primeras brazadas. Mi respiración se acelera con los primero metros,
siempre me pasa, hasta que consigo coger mi ritmo parece que no me llegara el
aire a los pulmones, conozco esa sensación, así que intento aguantar pero algo
con lo que no contaba empieza a suceder. La gafas me ajustan mal, se me llenan de
agua cada dos por tres, cuando iba cogiendo mi ritmo zas! Agua para dentro! Me
paro, me las quito, intento hacer el vacío, trago agua, me las vuelvo a
colocar, noto que los ojos se me salen de las órbitas cada vez que las aprieto,
pero las puñeteras gafas no iban a hacer que me rindiera. Con mi particular
pelea, y sin conseguir un ritmo constante de nado consigo alcanzar el castro y
comienzo a rodearlo. Hasta ahora no había sentido olas fuertes pero al llegar
al peñón, se nota que estas en mar abierto y las olas me comienza a subir y
bajar. Doy brazadas al aire, la olas juegan conmigo. Me agoto, no veo nada y me
mareo un poco. Me paro unos segundos y veo a mi izquierda a Inma, Pececillo con
el que he ido a la par toda la travesía, y veo que va nadando a braza puesto
que le esta pasando lo mismo que a mi con las olas, ¡que tía mas lista! La
imito, y veo que llevo mucho mejor el oleaje y consigo avanzar con más
garantías hasta que conseguimos dar la vuelta y tener la corriente a nuestro
favor para emprender la vuelta a la costa. Cojo de referencia un mástil que hay en un
espigón, ya que la costa y las boyas no los veía, y nado directa hacia él….Inma
se me va escapando, ¡pero donde vas! Cada vez la veo más a mi izquierda y yo mas
a la derecha, me he desorientado y estoy nadando más de la cuenta en dirección
errónea. Rectifico el rumbo, y la adrenalina de ver que cada vez iba quedando
menos para llegar a la meta hace que bata las piernas más fuerte, deslizo más
los brazos e imprimo velocidad de crucero para la recta final. El fondo cada
vez lo veo más cerca, la arena es más blanca y el agua más cálida. Ya está ahí.
Toco con la palma de mis manos el fondo y es momento de ponerme de pie. Me
quito las gafas (que por ganas las hubiera lanzado por ahí) y empiezo a correr
camino de la meta cual vigilante de la playa de Santa Mónica (qué mitica
serie!). Veo a mi amor en la salida con el puño en alto animándome (previamente
él se había metido la misma travesía pero más larga 2.200 metros nada más y
nada menos) y voy corriendo a chocarle muy muy emocionada………piiiiiiiiiii
suena la señal del chip que llevo en el tobillo, he cruzado la meta! Respiro!
Me río y me abrazo con todos los pececillos que han llegado a meta.
Gracias a todos por esta gran experiencia. 1.300 metros (aunque con mi desorientación alguno más haría) en 33 minutos, ¿no está nada mal no? Pues como parece que todos nos quedamos con ganas, al día siguiente nos damos cita en Luanco para participar en otra travesía, esta vez de 1.500 metros, la cual concluimos exitosamente toda la expedición.
Gracias a todos por esta gran experiencia. 1.300 metros (aunque con mi desorientación alguno más haría) en 33 minutos, ¿no está nada mal no? Pues como parece que todos nos quedamos con ganas, al día siguiente nos damos cita en Luanco para participar en otra travesía, esta vez de 1.500 metros, la cual concluimos exitosamente toda la expedición.
Toda una experiencia las aguas abiertas y muy recomendable. Definitivamente, me ha picado el “bicho”. ¡GRACIAS!
Laura
No hay comentarios :
Publicar un comentario