UA-51285685-1 Equipo leonés de Trail Running : TORTUGAS TRAIL LEÓN: VII TRAVESÍA CASTROS DE CELORIO 2015

martes, 14 de julio de 2015

VII TRAVESÍA CASTROS DE CELORIO 2015

Aquí me hallo, con una gafas mas grandes que mi cara delante de un inflable de salida a través del cual veo en la lejanía un peñón de dimensiones considerables, al cual tengo que llegar y no corriendo, que es a lo que me suelo dedicar cuando tengo un rato libre, no, ¡nadando! Tengo que llegar nadando a dicho peñón, rodearlo, y volver hacia la playa. Todo esto sin ahogarme y sin que ningún pez o sucedáneo le diera por molestarme en el trayecto. Aquí os cuento mi primera experiencia en una travesía a nado en aguas abiertas.

Nunca me gustó nadar. Me aburría soberanamente estar en una piscina encerrada yendo de un lado para otro. A raíz de que Carlos empezara a dar clases de perfeccionamiento de natación para mejorar en sus pruebas de triatlón y de contarme en qué consistían sus entrenamientos, comencé a probar otra manera de ir a nadar. Llegaba un punto en el que me seguía aburriendo, ver siempre el fondo de la piscina y escuchar únicamente el sonido de la respiración, no conseguía engancharme a este deporte tan sumamente beneficioso para la cuerpo, pero ay! Amigos! La tecnología no deja de sorprenderme y toda la pereza que me daba nadar se fue de un plumazo gracias al MP3 acuático. De esta manera fui poco a poco haciendo metros y era capaz de aguantar nadando hasta 2.000 metros sin parar. Hace dos veranos, en unos días de vacaciones en La Coruña, Carlos me invitó a que probará nadar un rato largo en el mar con él. Me daba mucho respeto, bueno qué respeto, me daba miedo! Pero como siempre he sido un poco atrevida (en ocasiones inconsciente) le dije “¡por qué no! Voy a probar” Mi cabeza trabajaba más rápido que la realidad, sólo era capaz de ver tiburones, peces abisales e incluso alguna sirena diabólica que me quería llevar al fondo del mar. La respiración se me aceleraba y tenía que parar para tomar aire y tranquilizarme para no salir escopeteada a la toalla. Mi querido mentor, con suma paciencia, solo hacia que darme consejos y ánimos para que me relajara ”siente el sol, disfruta de los colores que despiden los rayos cuando atraviesan el agua, es muy relajante y único” y así es, mi mente se evade y consigo nadar a un ritmo aceptable, siempre en su compañía, por si la sirena chunga regresa a capturarme.
Esta experiencia y acompañarle a él en infinidad de competiciones , hace que me pique el gusanillo a probar y demostrarme a mí misma si sería capaz de hacer alguna travesía. Dicho y hecho, el verano pasado no fue posible, pero este no me lo perdería. Primera oportunidad, VII Travesía Castros de Celorio. 1.300 metros.  Nos damos cita la familia de Luis Sánchez al completo en Playa Palombina junto con el Club Natación Casa Asturias, alias Los Pececillos. Ellos están muy fuertes, llevan entrenando todo el invierno duramente, y estoy a años luz de su nivel, pero era el debut para todos en este tipo de eventos. Nos colocamos en la línea de salida, todos con una cara de póker importante mirando fijamente al mar. El agua está fría….muy muy fría y a todos nos atacan nuestros demonios en esos momentos de nerviosismo. A mi me da por empezar a gritar imitando a Gran Jaime, fundador de Tortugas Trail León, “¡amos equipooooooooooo!” Dar ánimos gritando me relaja y me pone eufórica aunque la gente me mira raro diciendo “¿y esta tarada de donde sale?”. Pistoletazo de salida y ¡al agua patos! La gente corre y se tira con un estilazo digno de campeonato televisado, yo los miro desde la retaguardia ya que voy caminando tranquilamente hasta que el agua me cubre el pecho y comienzo a dar las primeras brazadas. Mi respiración se acelera con los primero metros, siempre me pasa, hasta que consigo coger mi ritmo parece que no me llegara el aire a los pulmones, conozco esa sensación, así que intento aguantar pero algo con lo que no contaba empieza a suceder. La gafas me ajustan mal, se me llenan de agua cada dos por tres, cuando iba cogiendo mi ritmo zas! Agua para dentro! Me paro, me las quito, intento hacer el vacío, trago agua, me las vuelvo a colocar, noto que los ojos se me salen de las órbitas cada vez que las aprieto, pero las puñeteras gafas no iban a hacer que me rindiera. Con mi particular pelea, y sin conseguir un ritmo constante de nado consigo alcanzar el castro y comienzo a rodearlo. Hasta ahora no había sentido olas fuertes pero al llegar al peñón, se nota que estas en mar abierto y las olas me comienza a subir y bajar. Doy brazadas al aire, la olas juegan conmigo. Me agoto, no veo nada y me mareo un poco. Me paro unos segundos y veo a mi izquierda a Inma, Pececillo con el que he ido a la par toda la travesía, y veo que va nadando a braza puesto que le esta pasando lo mismo que a mi con las olas, ¡que tía mas lista! La imito, y veo que llevo mucho mejor el oleaje y consigo avanzar con más garantías hasta que conseguimos dar la vuelta y tener la corriente a nuestro favor para emprender la vuelta a la costa.  Cojo de referencia un mástil que hay en un espigón, ya que la costa y las boyas no los veía, y nado directa hacia él….Inma se me va escapando, ¡pero donde vas! Cada vez la veo más a mi izquierda y yo mas a la derecha, me he desorientado y estoy nadando más de la cuenta en dirección errónea. Rectifico el rumbo, y la adrenalina de ver que cada vez iba quedando menos para llegar a la meta hace que bata las piernas más fuerte, deslizo más los brazos e imprimo velocidad de crucero para la recta final. El fondo cada vez lo veo más cerca, la arena es más blanca y el agua más cálida. Ya está ahí. Toco con la palma de mis manos el fondo y es momento de ponerme de pie. Me quito las gafas (que por ganas las hubiera lanzado por ahí) y empiezo a correr camino de la meta cual vigilante de la playa de Santa Mónica (qué mitica serie!). Veo a mi amor en la salida con el puño en alto animándome (previamente él se había metido la misma travesía pero más larga 2.200 metros nada más y nada menos) y voy corriendo a chocarle muy muy emocionada………piiiiiiiiiii suena la señal del chip que llevo en el tobillo, he cruzado la meta! Respiro! Me río y me abrazo con todos los pececillos que han llegado a meta.

Gracias a todos por esta gran experiencia. 1.300 metros (aunque con mi desorientación alguno más haría) en 33 minutos, ¿no está nada mal no? Pues como parece que todos nos quedamos con ganas, al día siguiente nos damos cita en Luanco para participar en otra travesía, esta vez de 1.500 metros, la cual concluimos exitosamente toda la expedición.

Toda una experiencia las aguas abiertas y muy recomendable. Definitivamente, me ha picado el “bicho”. ¡GRACIAS!

Laura


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