Clásica Lagos de Covadonga
El día 14 de junio,
a las 8 de la mañana, ya estaba lista en la línea de salida. Ese día no daba un
duro por mí. Llevaba dos noches casi sin dormir por fuertes migrañas y estaba
nerviosa.Éramos 4.300 personas, de las cuales casi 100 mujeres. Pocas en proporción, pero muchas comparando con otras carreras. Nunca había corrido ninguna carrera tan multitudinaria, pero siendo una de las más famosas del calendario, junto con la QH, era normal ver tantos participantes. Viene gente de toda España, incluso a nivel internacional, de Italia, Francia, Finlandia...
A las 9 de la mañana, dan la salida. Por la rapidez de la misma, enseguida empezaron las caídas… ¡Qué miedo! De la primera libré por pelos. Tuve que parar pero no caí. Cada vez que miraba el cuenta kilómetros, la velocidad no bajaba de 45 Km/h. Mis piernas estaban agotadas del cansancio, así que decido aflojar e ir algo separada de rueda. Menos mal que lo hice porque casi me como otra caída. Impresiona oír las bicis volando por los aires y el ruido que hacen al amontonarse.
A los 46 Kms. llego al primer puerto, la Tornería. Aunque fue bastante duro, con varias rampas del 15%, fue donde mis piernas comenzaron a sentirse mejor y empecé a adelantar gente. Eso me animó. También ver a tantas personas alentando entre el público.
Al llegar al comienzo del Puerto de los Lagos de Covandonga, vi que llevaba un buen tiempo. Se me ponían los pelos de punta con los gritos de ánimo de la gente: “¡ánimo chica!, ¡que vas muy bien!, ¡menudos ovarios!, ¡las chicas al poder!...” je, je. La gente súper maja.
Al llegar a
la zona más dura, la Huesera, es donde más público se concentra. Por un momento
te sientes como un profesional. A pesar de tener solo un hilo de fuerza para
pedalear, no puedes evitar sonreír para agradecerles los ánimos. En ese momento
yo solo pensaba que todavía me quedaba el Mirador de la Reina…uff, con una
subida casi tan dura como esta…
En ese
momento me quedé sin agua, porque el sol hacía rato que había empezado a pegar
fuerte. Temía que si pasaba sed me diesen los calambres. Tuve que gritar a unos
chicos a ver si me podían dar agua. Uno de ellos fue corriendo al coche a por
una botella, y como había mucha pendiente, fue corriendo a mi lado hasta que me
lleno el bote, ¡que majo!. En cuanto pegue un trago fue como si me echasen
gasolina. Súper motivada hasta la línea de meta que, para variar, también
terminaba en rampa.
Cuando la
crucé, escuchando los aplausos y gritos de la gente, se me empezaron a caer las
lagrimas. Había quedado tercera. Después de haber pensado incluso en no llegar
a salir, de haber sufrido tanto física, como psicológicamente, por fin, ¡lo
había conseguido!
Fdo: Mariló.
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