Total que Ana y Santi se animan a pasar el finde con nosotros, y de paso aprovecharíamos a juntarnos con Jaime y Mar, tortugas afincadas en Logroño. El viernes llegamos tarde a nuestro destino… (es lo que tiene cumplir con las obligaciones laborales jajajajaja), pero el sábado sería entero para disfrutar de esta comarca. Santi, Ana, Aitor y yo, nos desplazamos hasta Haro para conocer el pueblo, y como no, degustar alguno de los estupendos caldos riojanos. Al mediodía, nos juntamos con Mar y Jaime, quienes hicieron de estupendos anfitriones guiándonos por los bares más emblemáticos de la calle del Laurel y sus alrededores, donde pudimos degustar unas riquísimas tapas. Casi, casi empalmamos con la cena. Yo tengo el cuerpo rarito, aún a pesar de no haber hecho excesos bebiendo (prometido), pero tampoco estoy mal del todo, es una sensación peculiar… así que bueno, picoteamos algo para cenar y tras unas cuantas risas nos vamos pronto a la cama, que el domingo había que plantar cara a nuestro Ogrito.
Aitor y yo marchamos un poco antes hacia la salida para ir con tiempo suficiente, y nuestras cuatro tortugas incondicionales se unirían a nosotros para vernos en la salida.
Nada más llegar cogemos nuestras molonas bolsas de corredor (setas, ciruelas, yogur y camiseta) y el dorsal, y nos vamos a coger fuerzas con el típico desayuno (riquísimo por cierto, un café con un croissant buenísimo). Nos preparamos para la carrera y en un momento ya están allí nuestros fieles seguidores. Nos hacemos las típicas fotos de salida, calentamos brevemente (pues tenemos 18,5 km por delante para entrar en calor), y una vez en línea de salida, sin darnos ni cuenta, ya estamos corriendo.
A los pocos metros de empezar, aún por las calles del pueblo, Aitor ya me dice que me lo tome con calma, que voy demasiado rápido, aunque lo cierto es que yo no tenía la sensación de ir tan rauda y veloz, luego viendo los parciales creo que en ese primer km he batido mi récord personal de todos los tiempos, jajajaja.
Llegamos a la primera subida del día y allí están Jaime y Santi primero, dando voces por doquier para llevarnos en volandas durante unos metros. Un poco más arriba nos encontrarnos con los ánimos de Mar y Ana. Toma subidón, y la gente flipando claro. Ya llevábamos un rato subiendo cuando todavía se oye un griterío al unísono: “vamos tortugas”. Eso te da alas. En este punto se ve todo el cresterío de la montaña lleno de gente. La estampa es espectacular. Aitor va tirando de mí y animándome, pero yo no tengo el día… no tengo cuerpo, no tengo piernas, no tengo ánimo y no tengo nada de nada, pero hay que seguir (y esto sólo ha hecho que empezar). Aitor como va más relajado, puede ir hablando con la gente, y uno le pregunta por “Tortugas Trail León” y finalmente resulta ser vecino de Vero… si es que el mundo es un pañuelo.
Esta primera parte de la carrera tiene paisajes muy chulos y distintos a los habituales. Llegamos sobre el km 5 y voy cogiendo algo de ritmo. Vamos por zona de pinar, son senderitos estrechos y verdes que van alegrando la vista. Sobre el km 8,5 aproximadamente empezamos un buen tramo de bajada por pista ancha y cuál es nuestra grata sorpresa cuando abajo del todo empezamos a escuchar a nuestras tortugas dando voces a todo el mundo y animando con el cencerro. Toma, toma, toma. Mil gracias chicos. Fue espectacular encontraros allí sin esperarlo.
Seguimos nuestro camino y uno de los corredores nos dice que en tres curvas comenzamos a subir y empieza también el tramo más duro de la carrera. Pues nada, a por ello. Giramos a la izquierda y ¡toma! ¡Sorpresa! y esta no la había leído por ningún sitio… tenemos un tramo de cuerda para subir, que si bien no es imprescindible, ayuda. Pues venga, a darle a la aventura. Tras pasar ese tramo súper chulo, uno de los corredores que va a nuestra altura le dice a Aitor: “Jolines, que desánimo traigo, llevo ya un buen rato dándolo todo y sin fuerzas, y tío, tu es que no te callas” jajajajaja. Pobre, como le entiendo, yo iba igual o peor. Empiezo a notar que llevo el oído izquierdo taponado y no lo puedo quitar.
Aitor me da el segundo gel de la mañana (también me va administrando las sales). Y empezamos lo que ellos llaman la zona de toboganes. ¿Qué es esto? Pues un continuo rompe piernas que consta de taitantas “V”, vamos constantes sube-baja. Son unos 5-6 km interminables, en los que yo personalmente y probablemente debido a la falta de fuerzas que llevaba, daba un paso para arriba y medio para abajo, pues era tierra y pequeños cantos rodados. Nos acordamos de nuestros bastones y de lo “bien que estaban en la furgoneta”
Otro de los chicos que iba con nosotros, empieza con su interrogatorio, en el cual interviene sólo Aitor, claro, porque yo no doy de sí… ”Anda, ¿pero venís desde León? ¿Y qué carreras hay ahora por allí? Pues conozco una chica que vive en Maraña….”.
Llegamos al tercer avituallamiento, un sitio súper chulo de roca y con algún almendro (ya en flor por cierto) y nos dicen que quedan dos toboganes… Error chavales, no eran dos, sino tres… todavía!! Como puedo voy avanzando. Sigo con el oído taponado, tengo pocas fuerzas, las piernas no responden, estoy hinchada, me siento tan a disgusto y tengo tan mal cuerpo que no tengo fuerzas ni para correr en las bajadas… Aitor por su parte se va quejando de los picotazos de algún mosquito y no para de darse manotazos… ¡pobre! Cuando llegamos a meta tiene las piernas como un colador…
Ahora ya sí, salimos de los toboganes, de esos que nos han dicho que cada año son más y más duros, y enlazamos con una pista que nos lleva directamente hasta las calles del pueblo (tramo en el que por cierto, coincidimos con otro leonés a quien le hizo mucha ilusión vernos). De esto que Aitor me dice: “Uy! Creo que llevo ventilación en el trasero”. Se da la vuelta, se agacha ligeramente… y ahí estaba, un hermoso agujero en el trasero para ir haciendo estriptis en los últimos kilómetros de la prueba. Parece que romper mallas en las carreras es su sino jejejejeje
Tenemos que cruzar un puente sobre el río Cidacos para encarar los últimos metros, y allí vuelven a estar nuestras tortugas esperándonos y perdiendo sus gargantas en los chillidos. Unos metros y entramos “triunfales” por el arco de meta, (con alfombra verde y todo), recogiendo nuestros premios finisher: calcetines y manguitos del ogro maratón 2019.
Creo que ha sigo la carrera en la que peor me he encontrado en todos estos años de práctica del trail. Aitor, no me cansaré de darte las gracias por tu paciencia, por tus ánimos, por tu fuerza, por tu compañía… simplemente gracias por estar ahí, porque de lo contrario, creo que no hubiera sido capaz de terminar este ogrito, y mira que le tenía ganas.
Tras cruzar la línea de meta hay tapeo gratuito: chistorra, panceta, champiñones y ¡hasta cerveza! Sin duda una gran carrera, con una estupenda organización, aunque esta vez, tocó sufrir más que disfrutar…
Mónica
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