En alguna parte leí que el UTMB era como La Meca para los corredores de
montaña y había que ir al menos una vez en la vida. Por eso a finales del año
pasado me lo planteé en serio. Teniendo en cuenta mis condiciones, mis
posibilidades de preparación, mi manera de entender las carreras por montaña y también
cómo no, los puntos que tenía del año anterior, la carrera elegida fue la OCC
que va desde Orsières a Chamonix, un total de 56 Km y un desnivel positivo de
3.500 m.
Antes de llegar a Chamonix ya te das cuenta de la importancia del
evento para la zona, del apoyo institucional y de la potencia de la
organización. El pueblo es un hervidero de gente de muchísimas nacionalidades en
la semana del UTMB, con cinco carreras de diferentes distancias y niveles de
dificultad.
El miércoles lo primero que hicimos fue ir a por el dorsal, pasando
antes por la impresionante feria del corredor llena de estands de todas las
marcas presentando sus novedades, de la que mi mujer y mis hijas me tuvieron
que sacar a rastras para evitar que quemara la tarjeta de crédito. También
había unos 60 estands de carreras de todas partes del mundo, Asia, África, América,
Europa… en la que no faltaba representación de alguna de las mejores carreras
de España (Haria Extrem, Transgrancanaria, Bluetrail, Penyagolosa, Ehunmilak…)
en resumen, también me tuvieron
que sacar a rastras de aquí y por fin fuimos a por el dorsal. Antes de
recogerlo te marcan 5 prendas del material obligatorio, a mí me tocó sacar las
mallas largas, chaqueta impermeable, móvil, silbato y manta térmica para revisarlas
a conciencia y luego te dan tu dorsal, en mi caso el 10751. Después pasamos el
resto del día por Chamonix, que es realmente bonito y luego al hotel a
descansar, que al día siguiente me tenía que levantar a las 4:00 de la mañana para
coger el autobús a Orsières.
Justo al lado de la parada había un avituallamiento de la carrera TDS y
pude animar a corredores que llevaban casi 24 horas corriendo después de 111 km
y a unos 8 km de meta. Ya en Orsières el ambiente era espectacular, pero eché
de menos el café previo con las Tortugas, la piña, el grito TOR-TU-GAS antes de
empezar y el correr la mayor parte de la carrera con las tortugas madrugadoras.
Había unos 1.500 corredores inscritos, así que fui pronto a la línea de
salida a coger un buen sitio para evitar demasiados tapones. Al igual que en meta,
la megafonía era en francés, inglés y español como gran gesto de cortesía hacia
los corredores venidos de fuera.
Las previsiones meteorológicas aciertan y justo 10 minutos antes de la
salida empieza a llover. Me pongo “La Benita” pero nada más empezar la carrera
me la quito porque aunque llueva hace calor y voy más cómodo sin ella. Anuncian
más lluvia y sobre todo barro antes de llegar a Trient por lo que me alegro de
haber elegido mis “Response Trail” y sus pedazo tacos de 9 mm. Los primeros
kilómetros son muy corribles por pistas anchas y el ritmo es bastante bueno
aunque la gran cantidad de corredores no permite ir todo lo rápido que se
podría. Sin grandes desniveles llegamos a la preciosa localidad de Champex-Lac,
situada como su propio nombre indica alrededor de un bonito lago de montaña en
el que se pueden realizar diferentes actividades acuáticas. Allí, como en el
resto de la carrera, el público es muy ruidoso, hay mucha gente con los típicos
cencerros y en los pueblos de Suiza varias personas tocando todo tipo de
instrumentos, incluido el “Alpenhorn”. Los kilómetros van pasando rápidamente,
todavía quedan unos 5 kilómetros hasta el comienzo de la primera gran subida
del día (una de las tres que hay), me encuentro fenomenal y voy adelantando
corredores, buscando mi sitio en carrera. Cada vez llueve con más fuerza y hay
ratos de verdadero diluvio pero sigue sin hacer frío por lo que todavía no me
pongo la chaqueta. Quedan 16 km hasta el siguiente avituallamiento así que
cargo un soft flash adicional por si las moscas.
Desde el principio me marco una pauta de una cápsula de sal y un gel
por hora para evitar calambres y desfallecimientos, ya me funcionó bien en la Traveserina
y creo que es la estrategia acertada. La subida a La Giète de 1.884 m no es
demasiado dura pero cada vez llueve más, voy a buen ritmo, adelantando
corredores y algún otro me adelanta a mí.
Con el tiempo que hace me sorprende la cantidad de gente haciendo
senderismo por aquí y la cantidad de gente que ha subido a ver la carrera,
incluidos niños de bastante corta edad. Desde aquí la primera gran bajada la
hago “a fuego” voy volando y adelanto corredores (22 según la aplicación de la
carrera) y me voy animando cada vez más. Es una bajada muy bonita por un bosque de abetos y es muy asequible
comparada con las que solemos entrenar y correr por nuestras montañas. La
temperatura empieza a bajar y al acercarme a Trient donde está el siguiente
avituallamiento ya me pongo “La Benita” y la llevo casi hasta Chamonix. Antes
de llegar al pueblo justo al acabar la bajada me llevo la gran sorpresa de
recibir los ánimos de Geru, Emma y Nonia, no las esperaba tan pronto y me hace
muchísima ilusión verlas lo cual me da muchos ánimos para seguir corriendo. La
segunda sorpresa, en este caso negativa, es que mi GPS Suunto me falla en la
medición y a esas alturas (casi a mitad de carrera) ya me marca 4 km de menos.
Es el segundo disgusto que me da este dispositivo después de la rotura de la
correa y la falta de respuesta por parte del servicio técnico.
El avituallamiento de Trient,
al igual que el de Champex-Lac, está situado en una carpa muy cómoda con
mesas y bancos en los que te puedes cambiar, descansar un rato y reponer
fuerzas. Me hago una foto que mando a las Tortugas ya que dentro de la carpa es
el único sitio donde puedo sacar el móvil si no quiero cargármelo con la
lluvia. Lo malo de que las carpas sean tan cómodas y calentitas es que te
quedas un poco frío al salir se ellas y cuesta un poco coger el ritmo, pero
salgo pitando para que no me dé pereza.
Puesto que no me puedo fiar ya de mi GPS me voy guiando por las
distancias entre avituallamientos, el próximo está a 10 Km. Ahora tengo por
delante la segunda gran subida hasta Catogne, donde está la frontera con
Francia. Sigo muy animado y a buen ritmo. En un momento abre un poco la niebla
y puedo contemplar la belleza del paisaje, es una pena que llueva tanto porque
la zona es preciosa, incluso la organización tiene marcados varios puntos en el
recorrido donde se ven diferentes picos para que puedas disfrutar del paisaje y
hacerte fotos, pero con el día que hace no se ve nada. De todos modos sigo disfrutando
de lo lindo de la carrera y de los ánimos que te va dando el muy ruidoso público,
se nota la afición al deporte que hay tanto en Francia como en Suiza. Te animan
en varios idiomas: “Allez allez allez”, “Bravó Victor”, “Allez l´Espagne”, “Bravó l´Espagne”,
“Courage”, “Keep going”, “Good job”, “Avanti Victor” y algún “Vamos Víctor
ánimo”, ya que hay muchos corredores españoles y también mucho público español
animando a los suyos….es una gozada de carrera, aunque se echa de menos el
típico grito de “VAMOS TORTUGASSSSS!!!!!” que se oye desde varios kilómetros a
la redonda.
El tiempo empieza a empeorar, a la lluvia se le suma el viento hasta
ahora imperceptible, pero que va a más a medida que nos acercamos al punto más
alto de la carrera, Catogne a 2.065 m. Echo de menos terreno algo más
técnico y algo de roca y piedras
en el recorrido, pero sigo disfrutando un montón. Empieza a hacer algo más de frío,
me pongo el buff (que no es marca Buff, por supuesto) y me planteo sacar los guantes, pero al
final tiro para adelante ya que calculo que no quedará demasiado para empezar a
bajar. La segunda bajada fuerte es un calco de la primera y vuelvo a ir a tope,
curiosamente gano el mismo número de posiciones que en la bajada anterior. Voy
contentísimo con el agarre de mi suela Continental y veo gente con más
problemas con sus zapatillas, aquí se ven muchas zapas pisteras y con lo que ha
caído hay demasiado barro, nada comparable a la Transcandamia claro, así que yo puedo volar. No me entero de cuando
paso la frontera y casi sin darme cuenta ya estoy en Vallorcine donde está el siguiente
avituallamiento. Aquí se me olvida sacar el móvil para mandar la foto a las
Tortugas que aunque no están físicamente conmigo siento sus ánimos en todo
momento y eso me ayuda a sacar fuerzas.
Quedan 8 km para el siguiente avituallamiento que está situado en Argentiére
donde también me espera mi
familia, pero soy consciente de que se acerca el peor tramo para mí. Como de
costumbre en las carreras de montaña después de subir y bajar como una cabra,
los tramos llanos se me atragantan y ahora estoy en uno de esos. Algunos
corredores me van adelantando y me cuesta coger el ritmo de carrera así que
decido ir corriendo-andando a ratos. Sigo sin poder fiarme de mi GPS y con
pocas referencias, estos 8 km se me hacen bastante largos. Continúo tomando
sales y geles pero de momento no necesito recurrir a las barritas que tengo
preparadas por si me da un bajón. Por fin llego a Argentiére donde vuelvo a
recibir los ánimos de mi mujer y mis hijas, están refugiadas de la lluvia con
un grupo de sevillanos y otro de asturianos que también me animan y me dan
fuerzas.
A tope de ánimo comienzo la última subida, me quedan 5 km hacia arriba
y luego otros 8 km hacia abajo. Las fuerzas empiezan a escasear y aunque la
primera parte de la subida voy bastante bien, al final se me hace demasiado
larga. Sigo sin poder fiarme de las referencias de mi Suunto que a estas
alturas marca 8 km de menos y eso me perjudica. Hago casi toda la subida sólo pero
no hay problema, la carrera está perfectamente marcada. Cerca del final de la
subida, ya en la estación de La Flegere, me adelanta un autobús de corredores
que vienen muy fuertes desde abajo. Estoy en el último avituallamiento en el
que cargo agua y bebo bastante, sólo me quedan 8 km a Chamonix y todos son hacia
abajo en la tercera gran bajada.
La primera parte es bastante diferente a las anteriores, al principio
no hay abetos, vamos por las pistas de la estación de esquí. La pendiente es
mayor que en las otras bajadas pero sigo teniendo piernas así que voy a tope,
este terreno me es muy favorable y vuelvo a adelantar a un montón de gente.
Después nos internamos de nuevo en un bosque por una senda muy bonita y también
con bastante barro. Yo voy a lo mío, también en esta parte voy prácticamente
sólo hasta llegar a una pista ancha que me llevara a Chamonix. Por fin ha
parado de llover, despeja un poco y se pueden ver al fondo las espectaculares agujas
de Chamonix, nunca las había visto desde este ángulo. Ha subido la temperatura
así que me quito la chaqueta y me preparo para entrar en meta. Se entra en
Chamonix justo por donde está la feria del corredor, justo por donde están los
stands de las carreras y allí mismo recibes los ánimos de los corredores de la
CCC y de la UTMB que han ido a recoger sus dorsales para las carreras que salen
por la tarde y al día siguiente
La entrada en el pueblo es realmente emocionante con muchísima gente
gritando sin parar, haciendo mucho ruido y animando a tope. Justo antes de
donde empieza el vallado recojo a Nonia que me acompañará los últimos 300
metros en los que el griterío y el ruido son espectaculares. Finalmente ya
estoy en meta y recibo emocionado las felicitaciones de mi familia, me hacen
una foto en el pódium y allí me espera la última sorpresa del día, cuando voy a
mandar esta foto a las Tortugas veo que ya me están dando la enhorabuena ¡Ya sabían
que había terminado la carrera! Me pongo a leer los mensajes anteriores y
descubro una foto mía entrando con Nonia en meta. ¡No me lo puedo creer pero si
casi se han enterado antes que yo! Sigo leyendo los mensajes anteriores y me
entero de que me han estado siguiendo todo el día por la aplicación que tiene
la organización, hay un montón de fotos y videos míos por diferentes puntos de
la carrera y saben en tiempo real por dónde voy y en qué posición. Con razón
iba sintiendo sus ánimos durante toda la carrera.
La vuelta a por la ropa seca también es muy emocionante para mí porque
está junto a la recogida del dorsal por lo que voy pasando primero por el
pueblo y luego por la feria del corredor y en todo este recorrido todo el mundo
te va dando la enhorabuena por acabar la carrera. Después, antes de volver al
hotel, compramos uno de esos cencerros en una tienda de suvenires para
incorporarlo al equipo de animación tortuguil.
En fin, ha sido una carrera espectacular en todos los aspectos de las
que te engancha a este deporte. Es verdad que hay que ir al menos una vez en la
vida. Os lo recomiendo a todas las Tortugas y a todos los que estéis leyendo
esta crónica, yo por mi parte espero volver a disfrutar tanto de todo lo que
pude ver y sentir, como de los paisajes que me perdí en esta ocasión.
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