La transcandamia es sin duda una de las carreras más esperadas del año, lo primero porque
transcurre por un sitio muy especial para mí, lleno de recuerdos de miles de aventuras corridas
allí de chaval y mi lugar preferido de entrenamiento. Es como mi segunda casa. Era la quinta
vez que la corría, pero estaba claro que esta vez iba a ser diferente, la cantidad de agua caída
en los últimos días y sobre todo la noche anterior iba a marcar claramente la prueba. Ya los
días anteriores entrenando se veía que el recorrido se iba a convertir en un barrizal, y así fue.
La épica estaba servida.
En esta ocasión seis tortugas nos presentamos en la línea de salida, Carlos, Trape, Marcos,
Teixe, Pedro, Alfredo, la última incorporación al equipo y yo. Llegamos temprano, con tiempo
de comentar con la organización el estado del recorrido y tomar algo antes de dirigirnos a la
salida. No paraba de llover así que calentamos lo justo, nos hicimos las fotos de rigor y a “pillar
sitio”.
De salida, Pedrito, Teixe, Marcos, Alfredo y yo nos adelantamos durante el primer kilómetro y
en la primera cuesta abajo, Alfredo se piró y no le volvimos a ver hasta la meta. La primera
subida fue el preludio de lo que serían el resto, muy resbaladizas y en las que era fundamentar
elegir bien el trazado, en la mayoría de los casos por fuera de los caminos. Un poco más
adelante, en una de mis zonas preferidas, antes de llegar al merendero Teixe y Pedro se
adelantaron y hasta bastante después no les volví a ver, como de costumbre yo salgo
conservando para hacer una carrera de menos a más.
Así iba discurriendo la carrera, enlazando subidas y bajadas sin apenas descanso y con unas
condiciones que entorpecían mucho la marcha. Empezaron las primeras culadas en las bajadas
y en algunas utilizando la técnica depurada del culo esquí, íbamos con barro y a lo loco. Sobre
el kilómetro 7, antes del primer avituallamiento, en una de las peores subidas, veo abajo a
Marcos, le indico por donde subir mejor y tiro para adelante suponiendo que en breve me va a
coger, pero ya no le vuelvo a ver en toda la carrera, “el hombre del mazo” ha venido a verle y
le va a tocar sufrir lo que queda de carrera, que es bastante. Después del avituallamiento y ya
en la subida al primer mirador empiezo a encontrarme cada vez mejor, disfrutando de una de
las partes del recorrido que más me gustan.
Un poco más adelante, en la primera bajada del tercer mirador empiezo a oír voces de
corredores pidiendo ayuda para un corredor accidentado y a media bajada me encuentro a
Teixe y Pedrito que han bajado a este corredor hasta la mitad de la bajada, justo hasta el
camino ancho en donde ya podrá recibir asistencia de protección civil. A partir de ahí vamos un
rato juntos. Cada vez me encuentro mejor, nos encontramos en la zona más cercana a Puente
Castro, entre los kilómetros 12 y 13 en donde la carrera da un pequeño respiro y además se
encuentra el segundo avituallamiento. Poco a poco voy dejando atrás a Pedro y Teixe, ahora
por la zona cercana a los repetidores, que está hasta atrás de agua y así llegan las últimas
bajadas, incluida la segunda bajada del mirador de la que salgo con dos kilos de barro en cada
zapatilla, y saltando por encima de un corredor que se cayó delante de mí. Finalmente llego a
la bajada del cortafuego que está bastante mejor de lo que espero y después voy ahorrando
fuerzas hasta el comienzo de la Anibalada.
La famosa cuesta está impracticable así que me agarro a las cuerdas con todas mis fuerzas y
para arriba. Hay un montón de gente gritando y animando tanto que me hacen olvidarme de lo
justas que ya están mis fuerzas. Poco a poco voy subiendo, descansando cuando no puedo
más, hasta llegar a la parte final.
Tras 2 horas y 44 minutos entro en meta con la satisfacción de haber completado una nueva
edición. Cada vez me gusta más esta carrera, muy bien organizada, incluso a pesar de las
inclemencias meteorológicas, con un recorrido espectacular que me ha permitido conocer
incluso más a fondo un paraje tan bonito como La Candamia.
El año que viene volveré para correr la sexta edición.
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