Hacía tiempo que tenía
ganas de correr la maratón de Canfranc, justo desde el primer día que oí hablar
de ella, 45 Kilómetros con 4.000 m de desnivel positivo por el Pirineo son una
carta de presentación más que suficiente para mí y un año más tarde de lo
previsto por fin me pude poner el dorsal.
Llegué lleno de dudas ya
que en el último año por diferentes circunstancias no he podido entrenar como
quisiera y no estaba tan en forma como debería. De hecho en las dos pruebas
importantes que tenía previstas este
verano para afinar la preparación, acabé con sendas pájaras, la primera en el
Trail del Catoute corriendo con Nacho y
la segunda haciendo el recorrido de La Transvaldeónica junto a Alfredo. El
colmo fue un inoportuno esguince de grado 2 que me hice justo el domingo
anterior, en el Desafío Casa Senén de Septiembre y con solo 6 días de margen me
puse en manos de Ricardo, de Fisioeras, que consiguió el milagro de permitirme poder
participar.
Aunque desconocía la zona y solo había corrido en una
ocasión por Astún, me había estudiado muy minuciosamente el recorrido, los
desniveles, tipo de terreno, las advertencias de seguridad… desde luego tienen uno
de los libros de ruta más completos y detallados que te puedes encontrar en
cualquier carrera.
Así me planté en la línea
de salida con la inmensa alegría de volver a ponerme un dorsal, con los ánimos
de Geru y con bastante preocupación por mi tobillo. Pasé el control de material
obligatorio y esperé a que me tocase el turno de salir. Nada más empezar la
carrera y aún por las calles de Canfranc las sensaciones eran buenas y sin
ninguna molestia. Enseguida empecé la primera subida del día, un kilómetro
vertical y medio así, sin anestesia. Empezaba por un bosque en el camino del
Carretón con una sucesión de zetas de casi 5 km de distancia en la que se suben
los primeros 900 m de desnivel dando
vueltas y más vueltas. El desnivel no era tan fuerte como pensaba e incluso me
permitió combinar ratos corriendo con ratos andando. Me situé en un grupo de
varios corredores, uno de ellos me iba contando como era el terreno hasta
arriba y me explicaba los sitios por los que íbamos pasando. Ya fuera del
bosque se veía el pico de La Moleta y a su derecha el precioso valle de Ip, un
anticipo de los paisajes que me acompañarían en la mayor parte del día. Sólo pudimos
ver la cumbre unos instantes ya que al momento entró una nube que me privó de
las excepcionales vistas que había desde arriba (según mis compañeros de
carrera). La última parte de subida fue más directa y pendiente, pareciéndose más
al terreno por el que suelo entrenar. La nube refresca el ambiente y algunos
corredores incluso sacaron el cortavientos aunque para mí es perfecto, se
agradece esta temperatura para correr. Llegué arriba mejor de lo esperado, en
menos de 2 horas, hice un par de fotos, mandé audios a Geru y a las Tortugas y
empecé la primera bajada del día. Según el libro de ruta es una bajada muy
técnica, aunque a mí no me pareció ni mucho menos tan complicada como las que
tenemos por la Cantábrica Leonesa.
El recorrido en este punto
es espectacular, pasando por el Ibón de Iserías hasta la cascada de Las Negras,
bajando por un valle precioso rodeado de la faja La Tronquera y los picos del
mismo nombre, unas impresionantes moles rocosas tan características de los
Pirineos. Voy muy concentrado en no hacerme daño en el tobillo, pero
disfrutando como un crío con la zona tan bonita que estoy atravesando. Después la
pendiente se suaviza hasta llegar a la entrada del Valle de Izas y a la Canal
Roya donde estaba el primer avituallamiento, muy completo y marcado pr las
normas COVID, con unos voluntarios volcados con el corredor, ayudando en todo momento y con un nuevo
control de material obligatorio. Voy bien de patas y de tiempo.
Tal y como me ha comentado
uno de mis compañeros de “grupeta”, el principio de la segunda subida es muy
parecida a la primera, un montón de “zetas” por el medio de un bosque de Pino
Negro. En una de esas flipé cuando me adelantaron dos corredores que me dijeron
que entre los dos sumaban 130 años, uno
tenía 62 y el otro 68, y los tíos iban como tiros y encima luego apostillaron
“y detrás de nosotros viene una señora de 72”. Ella sí que iba como un avión, ¡madre
mía!. Me encanta ver a gente así por la montaña, ojalá yo llegue a su edad con
la misma energía y fuerzas.
Al salir del bosque había una fuerte pendiente hasta el Pico
La Raca cuyas antenas veías desde el avituallamiento anterior, aunque mejor no
mirar hacia ellas para no pensar que nunca llegarás allí. Nuevo avituallamiento,
uno de los voluntarios me pregunta por el eslogan “Cuna del parlamentarismo” y
le suelto una lección de historia, cualquier momento es bueno para hacer
patria, jejeje. Aprovecho también para hacer fotos y mandar audios y comienzo la
bajada hasta la estación de esquí de Astún. Es una bajada que en condiciones
normales habría disfrutado y volado, me acuerdo de Alfredo y Nacho y pienso en lo
que hubiesen disfrutado de esta bajada, pero me concentro en lo mío y en no
hacerme daño. Si fuerzo tengo muy poco que ganar y mucho o todo que perder, así
que decido seguir con calma. El principio es una senda por grava en la que el
corredor que va delante de mi se sale del camino y le seguimos varios durante
unos 100 metros, una vez de vuelta a la senda bajamos por unas laderas
cubiertas de hierba hasta la carretera de Astún. Aquí comenzó la parte menos
atractiva de la carrera, 2 km por la carretera de Astún hasta un camino de
tierra que nos llevó hasta el puerto de Somport, entrada del camino de Santiago
de Compostela en España.
El día era perfecto para
correr, temperatura perfecta, parte del recorrido es a la sombra y hay algunas
nubes altas que tapan el sol. Llegamos a Candanchú donde tenemos el segundo
avituallamiento dentro de las instalaciones del Cuartel. Se trata sin duda de
uno de los avituallamientos más completos que he tenido nunca, con tortilla de
patata y arroz con leche incluidos. De nuevo, los voluntarios son muy atentos y
dispuestos a colaborar ya que ,por seguridad, hay que pedir todo lo que
quieras. Después de un nuevo control de material, me siento un rato a reponer
fuerzas saboreando la comida. Sigo bien, dentro del tiempo esperado y sin
problemas en mi tobillo así que salgo a tope y con un subidón de alegría. Me
quedan dos subidas de unos 1.000 m+ en total, ya he hecho 2/3 de la subida y
más de la mitad de distancia, voy bien y muy animado.Tenía previsto comerme
aquí mi Pantera Rosa de la suerte, pero estoy tan lleno que la dejo para
después.
Ahora comienza uno de los
tramos más bonitos de la carrera con el mítico pico Aspe enfrente, el más alto
de la Sierra de Aisa y uno de los más bonitos del Pirineo. Pasamos por la
“Cueva de los Contrabandistas”, luego la senda gira al sur y se empiezan a ver
otras cumbres míticas del Pirineo como el Midi d´Ossau, Anayet, vértice de
Anayet y otros cuantos más que no puedo reconocer. En esta subida también me
incorporé en una nueva grupeta y también un corredor iba explicando lo que nos
encontraríamos más adelante, como por ejemplo la sirga que asegura una parte
del sendero que está un poco más expuesta. Una vez pasada esa zona se llega a
un barranco (seco) que atravesamos por unos canchales hasta llegar a la Tuca
Blanca (2.182). Mucha parte de esta carrera discurre por encima de los 2.000 m
y con la brisa que corre la temperatura es perfecta para correr. Una vez aquí
vuelvo a mandar los audios y las fotos y sigo carrera, primero bajando por una
zona pedregosa en la que casi voy andando. No me fío, este es el típico momento
de una mala pisada fruto de la fatiga así que voy con cuidado hasta llegar al
último avituallamiento, junto al Ibón de Tortiellas (seco) donde me encuentro
con el Yeti (no me esperaba encontrarlo aquí). Es otro avituallamiento
completo, incluso con huevos fritos, a estas horas mi estómago no está para
huevos, aunque me dicen que de 150 corredores que han pasado han servido ya más
de 200. Allí hay otro control de material donde hacen expreso hincapié en la
manta térmica y el móvil.
Continuo bajando por unas
campas de hierba hasta la última subida, son sólo 400 m, pero me han dicho que
es un “muro”, una ascensión muy directa hasta el collado de Estiviellas. Finalmente
no es para tanto, uno está acostumbrado a las canales de Picos de Europa y esos
sí que son muros.
Poco antes del collado me
como mi Pantera Rosa, bebo y me preparo para la última bajada, de la que también
me han avisado que se hace larga, es como las primeras subidas, una sucesión
interminable de “zetas”. Desde el collado ya se ve la estación de Canfranc y
hasta se oye al speaker, pero faltan 7 kilómetros y algo más de una hora. Vas
bajando y el pueblo no se acerca nunca, parece que estás a la misma distancia
que al principio. No es una bajada nada complicada, pero al principio hay
muchas piedras y me lo tengo que tomar con calma, luego, ya dentro de nuevo en
el bosque es algo más corrible y aprieto para acercarme a mi objetivo de 10
horas.
Al final del bosque, justo en la entrada del pueblo están Geru,
Emma y Nonia que me dan los últimos ánimos, voy rodeando la estación vieja y entro
en meta lleno de emoción y alegría. La guinda, un grifo de cerveza en el
avituallamiento de meta y más arroz con leche.
En resumen fue un día
perfecto para correr, carrera 100% recomendable para el que le guste la montaña,
recorrido espectacular, buena organización y muy buenos avituallamientos, sin
duda volveré a correr en Canfranc.
Victor
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