La
palabra “desescalada”, que ahora está tan de moda, en el caso de los corredores
debería sustituirse por la palabra “reencontrarse”. No sé si a vosotros os está
pasando, pero en mi caso, que nunca había estado tanto tiempo sin correr,
durante un periodo de tiempo tan prolongado, me está sirviendo para reencontrar
sensaciones, aunque el proceso me está costando y se está haciendo más duro de
lo esperado.
Distancias
que antes no eran tan largas ahora se han vuelto casi imposibles y ritmos en
los que antes se disfrutaba corriendo ahora son inalcanzables…, es la reseca
que, aun después de casi un mes de
“reencuentro”, se sufre tras dos meses
sin poder salir a correr….
Por todo
ello es de agradecer que, en esta nueva realidad que nos toca vivir, los organizadores de carreras busquen la
manera de superarnos a nosotros mismos y de que no caigamos en el desánimo,
empujándonos a seguir corriendo pese a las adversidades, y un ejemplo de ello
es la “Zegama-Aizkorri”.
Esta
“carrerita” de 42,195 kilómetros y 5.472 metros de desnivel positivo surgió
hace 20 años en la cabeza de un hombre,
Alberto Aierbe, que se negaba a ver como
su pueblo, Zegama, se unía a esa lista negra de pueblos inmersos en el ostracismo, tiempo atrás llenos de vida y que ahora son
solo un recuerdo en la memoria.
De esa
necesidad de escapar del olvido surgió la que es considera la mejor
maratón de montaña del mundo, una carrera que en su primera edición, y en forma
de romería (si habéis leído bien “romería”), tuvo 226 participantes y en la que
hoy en día, para poder correrla, tienes que ser uno de los 225 afortunados, de
entre los 500 dorsales disponibles, a los que les ha tocado un dorsal en el
sorteo que se realiza al efecto (la organización reserva 150 plazas para
compromisos y 125 plazas para los que han competido en todas sus ediciones).
Pues
esta “carrerita”, como otras tantas que
por desgracia no van a poder celebrarse en el presente año, nos propuso
marcarnos un reto, ni más ni menos que correr los 42,195 de su recorrido en un
plazo máximo de 10 días, una manera de que, como hace 20 años Zegama, no
caigamos en el ostracismo.
Unas
cuantas Tortugas nos apuntamos al reto, que aunque pudiera parecer sencillo, y
aun corriéndola sin su desnivel, resultó ser una empresa complicada, pues como
ya he dicho, las piernas no están para muchas alegrías.
Es
cierto, que quizás nunca crucemos su arco de meta tras haber disfrutado y a la
vez haber sufrido su recorrido, pero también es cierto que durante unos días de
la semana pasada, sentimos formar parte de esa atmósfera especial que rodea a
carreras como la UTMB, la TransGrancanaria o el Alto Sil, todas ellas carreras míticas.
Iniciativas
como esta, son las que demuestran que lo
más importante para una carrera son los corredores. Gracias organización de la
Zegama-Aizkorri.
GO
TORTUGAS GO!!!
Santi.
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