UA-51285685-1 Equipo leonés de Trail Running : TORTUGAS TRAIL LEÓN: III ESPELEO TRAIL CUEVA DE VALPORQUERO

viernes, 9 de junio de 2017

III ESPELEO TRAIL CUEVA DE VALPORQUERO



El pasado domingo se celebró, en el incomparable marco del entorno de  las cuevas de Valporquero, el III Espeleo Trail Cueva de Valporquero.
En la anterior edición dos tortugas, Mónica y Aitor, corrieron la prueba y con sus comentarios sobre lo chulo que fue correr por la cueva de Valporquero, despertaron en mi el gusanillo por disputar esta edición.
El día amaneció frio y con predicciones de lluvia, pero eso no impidió que las tortugas Aitor, Mónica, nuestra intrépida fotógrafa Ana y yo, nos encamináramos a Valporquero. Aunque también estaba inscrita Laura, un pequeño problemilla con el despertador, la impidió estar a la hora en la línea de salida.
Llegados al parking de salida, café de rigor  y los normales comentarios de: “¿cómo te encuentras?”, “¿cómo vas a ir?”. Personalmente no sabía muy bien que contestar, este último mes, aunque no había parado, no había seguido ningún entrenamiento y no sabía realmente mi estado de forma para una prueba así.
Con la incertidumbre rondando sobre mi cabeza, tras un breve calentamiento y los saludos con David y Senen, nuestros profesores y amigos de la Escuela de Música de Valverde de la Virgen, nos dirigimos a la línea de salida. Ah!, antes de todo, la foto de equipo que eso no puede faltar de ninguna de las maneras y corro tortuguil con el ¡¡¡ Un, dos, tres TORTUGAS!!!.
Pistoletazo de salida y a acelerar el paso para coger posición dentro del pelotón de los 230  valientes que participamos en la prueba.
Poco más de un kilometro y primera gran subida, sin tiempo ni siquiera para calentar el cuerpo, te pone las piernas como piedras, súper empinada y sobre hojas caídas de un precioso hayedo, que hace que los corredores formemos una serpiente multicolor que no deja de retorcerse y que por un momento te hace plantearte “qué coño estás haciendo aquí, un domingo a las 10 de la mañana, con lo a gusto que se está en la cama…”. Pero esto del running es así, y el sufrir es parte del ADN de todos estos locos que no sabemos vivir de otra manera que no sea corriendo.
Por fin coronamos, comenzamos a cresteár y de repente oigo unos chillidos de dolor y unos metros más adelante veo al gran Salva Calvo, con el brazo derecho hecho un ocho. Se ha roto los huesos del brazo muy cerca de la muñeca. Con ver su cara de dolor y la forma en el que se le ha quedado el brazo  se me pone la piel como escarpias. Espero que se recupere pronto. Primera gran bajada, de esas que los expertos denominan “técnica” y que para el común de los runners significa: “si la subida te ha parecido un infierno, prepárate para la bajada, un simple descuido y te das con los huesos en el suelo” y encima no consigo quitarme de la cabeza la imagen del brazo de Salva Calvo por lo que decido ir una marcha menos.
Transcurren los kilómetros con pequeñas ascensiones y bajadas rodeados de un paisaje precioso, para llegar al kilómetro 7, punto de inicio de la gran subida de la carrera, la ascensión al Pico del Águila. Aunque dura, por los kilómetros que ya llevan las piernas, la subida se hace llevadera y más aún cuando el cuerpo sabe que después de salvar este escollo, y de otra bajada “técnica”, la mayoría de los 6 kilómetros que quedan pican hacía abajo y te permiten ir a buen ritmo. Me encuentro bien y me permito el lujo de subir el ritmo en este tramo de la carrera, las piernas me responden y me encuentro muy a gusto, ya no me acuerdo del calentón de la primera subida y sin darme cuenta me encuentro en la entrada de la cueva de Valporquero. Aquí, voy con mil ojos, el contraste de la luz del día con la luz de la cueva hace que al principio no veas un carajo  y esto, en unión a lo resbaladizo del pavimento y de las escaleras del comienzo de la cueva, son el prólogo de una caída anunciada. Suerte que delante llevo  a otro corredor, que por la pinta es de los que lleva mil batallas, un auténtico runner del trail, y que me sirve de guía y me va cantado los peldaños. Salimos de la cueva, ya no queda nada, o eso nos dicen entre ánimos, las decenas de visitantes que han aprovechado la mañana del domingo para conocer la joya que se esconde en lo más profundo de esta magnífica tierra llamada León. Y por fin llegamos al punto de inicio de  la prueba, giro a la izquierda y a unos 400 metros, en el mirador de Valporquero, veo el arco de meta. Ya solo queda el último repecho, me lo tomo con tranquilidad, la carrera ya está hecha y ahora solo queda salvar el último escollo. De repente escucho mi nombre acompañado de un “¡¡Vamos Tortuga!!” miro hacia arriba y veo a Ana que no deja de animarme, como siempre, y hace que saque las últimas fuerzas para entrar corriendo en la línea de meta.      
Como ya me habían comentado Aitor y Mónica, la carrera me pareció muy bonita, por el recorrido, el paisaje y el buen ambiente, tiene tramos duros pero en líneas generales muy corrible. La organización de 10, se lo curran.
Por último quiero mencionar a dos personas que son ejemplo de amor y adoración por otra persona: Aitor, el tío llegó fundido a la meta, pues nada más cruzar el arco de meta se dió la vuelta y se fue en busca de Mónica, a la que acompañó y no dejó de animar en todo el tramo final, subiendo otra vez la última subida, esa misma que le había costado un mundo subir unos minutos antes. Y a Ana… por estar siempre conmigo acompañándome en las carreras, madrugando los fines de semana,  apoyándome en todo lo que hago aunque ello suponga que tengamos que estar separados el uno del otro…..
Santi








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