Después de nuestro bautizo en aguas abiertas
en las playas de Celorio el sábado 11 de julio de 2015, pasamos el domingo a
la travesía de la playa de Luanco, 1600 metros en una travesía en la que me
sentí muy cómodo. Como siempre allí estaba el amigo Luciano del Ovimaster con
el que este año he compartido muchas competiciones en piscina cubierta y uno de
los máximos responsables de empezar también con las aguas abiertas. Después de
la travesía, ya en la playa y actuando siempre como el diablillo tentador me
empieza a hablar de la posibilidad de hacer ya el descenso de la Ría de Navia
de este año, que es el 2 de agosto y que yo estoy más que preparado para
hacerlo. Él lo ha hecho varios años y según su opinión nado más y no debo preocuparme (veréis más adelante que
uno no se puede fiar).
A mi pregunta de cuantos metros
era la travesía me dice que 5000. ¿He oído bien? ¿Quieres que pase de
hacer 1600 a 5000? Allí me explica lo de
que es a favor de la corriente de descenso de la marea, que es muy llevadero,
que no más de una hora nadando, que la abuela fuma….. Total, que todo eso me lo
cuenta con el otro diablo tentaciones al lado, nuestro querido Calili, con lo
que cualquier argumentación contra esta locura, es derribado sin apenas
levantarse, como un medio de melé placado por un pilier de 120 kilos. Acababan
de empezar las cosquillas en el estomago, no cabe duda voy a intentar hacer ese
descenso. He comenzado a entrenar con el equipo en octubre de 2014, pero parece
claro, que solo la pereza, los miedos y mi cabeza son el obstáculo.
No hay opción en cuanto puedo me
inscribo para matar lo antes posible las dudas, siempre que he querido hacer
algo lo he hecho sin esperar por nadie, así que a ver si con un poco de suerte
caen algunos pececillos más en la red.
Un día antes de partir me entran
las dudas, ¿realmente podré con ello?, mis dudas son despejadas por todos los
compañeros del equipo que me empujan con una fuerza que me da cierto vértigo (ellos
nadan a mi lado, ¿no ven mis limitaciones?), pero sobre todo recibo la
aprobación de nuestra Miss, Andrea, la cual me da su bendición con un
calificativo que no se cómo tomar (me llama merluzo, no sé si es porque me ve
capaz por ser ello o tendrá otra connotación….?), no os podéis creer lo que
supone de fuerza para mi sus palabras, al fin y al cabo me evalúa en cada
sesión.
Finalmente y gracias a que Conchi
es una gran gestora, no tenemos que madrugar para recoger los dorsales, ni
tenemos que desfilar por Navia a la vista de todos. Vamos tranquilos Miguel y
yo camino de Navia, Inma no ha podido acompañarnos y de verdad que lo sentimos,
es siempre una gran compañera.
Llegada a Navia e inmediatamente
te das cuenta lo que supone esta prueba para este pequeño pueblo, una gran
organización alrededor del descenso, voluntarios por todos los lados. Esperamos
a Conchi que está en la presentación del descenso y ofrendas a la virgen en la
iglesia. Estos asturianos saben bien como protocolizar los actos y allí suenan
himnos de Navia, Asturias y España. Muchos discursos emotivos, aplausos y
parabienes. ¡Qué responsabilidad, poder
estar a la altura de esta fiesta que han organizado alrededor del descenso!
Nos vamos a comer los tres ya en
fase de concentración, hay una comida de hermandad de nadadores a la que no nos
hemos inscrito, cada uno conoce su cuerpo y nosotros optamos por tirar por
nuestros tapper de pasta.
Qué buena pinta tiene la de Conchi en plan
ensalada, la mía es pasta cocida a pelo como siempre, pero más vale prevenir.
Un platanito para el potasio que dicen los Pros e inmediatamente nos ponemos a
una tarea ciertamente complicada, en la que elevamos la vista al cielo y damos
las gracias por habernos traído a Conchi. Ponerse los tatuajes con el dorsal.
Quitar el film que los cubre para pegarlos, 6 por persona, 2 en espalda, 2 en
brazos y 2 en dorso de manos, se antoja imposible sin ella. Finalmente con
ellos puestos tenemos más números que el gordo de la lotería y toca un poco de
cafeína para poner en marcha la maquinaria. Hemos comido en un muelle frente a
la meta, en el otro lado de la ría, me siento tranquilo a pesar de que yo no
veo más que subir la marea, no veo la famosa corriente de descenso.
Caminamos hacia los autobuses que
han de llevarnos a la salida, hay que llevar puestos ya los dorsales y la
organización de voluntarios se queda pequeña para resolver el problema de
ponerlas. Vamos allá en el segundo autobús, somos cuatro abuelos en los
asientos de adelante junto con un cubano de Valladolid, el resto si llegan a 25
años es porque me que quedan lejos ya y no se calcular. Comienza el viaje
dejando la ría a la izquierda, subiendo aguas arriba hacia el punto de salida.
Dios mío, que grande es y que larga y eso que solo veo los 1700 metros finales.
Pero el autobús sigue, y sigue y sigue, hasta que nos ponemos ya inquietos;
¿hasta dónde nos llevan para empezar?.
De repente un guardia civil corta
la carretera y el autobús se precipita hacia un camino-barranco en el que los
arboles van rozando el autobús, seguimos bajando el barranco,(habíamos venido
para morir ahogados como mucho ¿no?, no dentro de un autobús), finalmente
llegamos a la vega de la ría, cubierta por maizales y un hermoso bosque de
galería. Al fondo, después de hacer unos 300 metros marcha atrás, llegamos a la
zona señalizada de salida. Una gran carpa y unas vallas de Coca-Cola nos
reciben junto con algunos jueces de la prueba, está claro que lo más fácil es
volver a nado por la ría, aunque sea haciendo
la técnica de la bolsa de Mercadona.
Ahora llega la parte que más me
gusta, justo antes de la competición comienzan a llegar nadadores de todos los
clubs del norte, del centro y en general de medio mundo. Me encuentro con la gente
del equipo de la venatoria de León, como siempre Toñin y Cesar, nos saludan
efusivamente, más tarde llegan Luciano y Ricardo del Ovimaster: Como siempre no
falla una mujer mayor de pelo muy corto y blanco del Santa Olaya, a la que
saludo siempre que veo. Hablo con gente del club natación Camargo, gente del
Real Canoe. Alrededor hay representación
sueca, norteamericana, Turca, una amplia representación Italiana y Alemana y un
amplio plantel de la selección española (creo que Junior), el ambiente es estupendo
y todo está ya preparado. Los jueces establecen por megafonía que los 5000
femeninos empezaran a las 18:40 y el de los hombres a las 18:57.
La marea llega a su punto álgido
y el rio se desborda por la pradera en la que esperamos, llaman a la salida a
las chicas, algunas atrevidas van a la salida ya por el agua, craso error, las
tienen de pie 20 minutos con el agua por la rodilla hasta que se les da la
salida. Salen ya heladas. Inmediatamente llaman a la salida a los chicos, paso
por la activación del chip y a formar a lo largo de la orilla para la salida,
15 minutos con el agua por la rodilla empiezan a inquietar al personal que aun
así, tienen ganas de juerga, se hacen varias
olas y piropean a la reinas de las fiestas. Ambientazo.
Por sorpresa, silbato y al agua
patos, esta fría pero no más que Celorio, así que a hacer el trabajo que me he
propuesto. Salto al agua de los últimos y me dirijo lo antes posible al centro
del río donde la corriente es mayor, todo está oscuro no se ve a un metro. Tres minutos y nadie se
acuerda del frio, pero sí de la cantidad de hojas, ramas y materia en
suspensión que se te viene a la cara a medida que avanzas. Primera curva a
derechas, 500 metros, la recorto por dentro intentando buscar cuanto antes el
centro de nuevo donde está la máxima velocidad de corriente.
Aparece el amigo Luciano por la
izquierda, casi me quita los tatuajes, de la velocidad a la que me pasa, ya os
dije para fiaros. Me dice si estoy bien con el pulgar, le contesto que bien y
me espera un momento por si me quiero enganchar a su estela, no debo y no lo
hago, vengo a acabar y tengo que hacer mi carrera si quiero llegar.
Recta larga, me mantengo en el
centro de la ría hasta que cuando veo la boya de los 3000 metros a meta, tengo
que girar un poco hacia la margen derecha para superar la boya, inmediatamente
giro a la izquierda para evitar la isla alargada que recorre este tramo recto.
A no más de 50 metros sigo viendo un nutrido grupo de gente que nada delante de
mi, me encuentro bien.
Comienza a verse el puente de la autopista, el
puente colgante con su M de macdonalds característica. Uff, no hay desanimo
pero que lejos está, busco la boya del 1700 que se que está bajo el puente,
pero se me antoja imposible localizarla. Apunto a una casa amarilla que en la
distancia confundo con una gran boya y hacia ya voy. Me doy cuenta finalmente
de que no es la boya, y paso un rato nadando a braza para orientarme,
finalmente la encuentro, que lejos esta. No pienso en nada solo en seguir
nadando.
He pasado del bosque de galería
que mantiene en sombra el camino hasta aquí, al momento que se abre la ría,
entra el sol y parece que todo se vuelve
más hermoso y llevadero. Después de un rato vuelvo a levantar la cabeza para
orientarme, la veo perfectamente, pero me doy cuenta de que ya estoy solo. No
veo barcas, ni a otros participantes, solo el sol y el agua verdosa. Supongo
que el sentirme solo en la inmensidad de la ría (estoy justo donde se hace más
ancha), atraen mi principal miedo a la cabeza, las historias de tiburones toro
moviéndose siempre en zonas de estuario, el hecho de que se viera a mayor
distancia y supongo que la sugestión hace su trabajo y de repente, por el
rabillo del ojo, me parece ver algo grande y claro pasar por debajo de mi. ¡Que
susto! El corazón a mil por hora, trago media ría. Si sigo así me ahogo, así
que intento centrarme y pensar que aquello fue mi imaginación, tres brazadas
más y me doy cuenta que quizás hayan sido las burbujas que genera mi brazo
derecho al empujar. Para concentrarme y olvidar este pasaje comienzo a contar
brazadas de forma que descompongo el largo recorrido en etapas de 100 metros. Sé
que en la piscina entre 115 y 120 brazadas son 100 metros me concentro en
contar y no dejar lugar a la imaginación.
Por fin la boya de 1700 que subidón,
he llegado hasta aquí. A la vez miro al fondo de la ría, 1700 metros por
delante tanto como la ultima travesía que hice. Vamos a ello, siguiendo las
instrucciones que me han dado me voy hacia el centro de la ría que está lejos,
hacia las boyas rojas donde la corriente es máxima, manteniendo la misma
estrategia, cuento las brazadas y me doy cuenta que entre boyas doy 90-95
brazadas, suponiendo que están dispuestas de forma regular cada 100 metros, veo
que la corriente me está aportando un 25-30% del esfuerzo.
No siento cansancio, pero parece
que las piernas se me están cargando un poco, intento estirarlas todo lo que
puedo, el dorsal izquierdo también parece quejarse, pero no hay opción, quiero
terminar la prueba y en ello me empeño, buscando como loco el segundo ojo del
puente del ferrocarril. Me alejo de las boyas centrales y me desplazo a la
derecha, buscando el aproximarme lo máximo posible al espigón del puerto para
entrar con facilidad en este. Se ve el fondo, mejor no hacerlo, voy girando al
respirar todo lo que puedo para no tragar agua, mierda en el fondo, olor a
gasoil y otros olores en superficie, no hay duda estoy llegando al puerto.
Me avisaron, cuando entres en el
puerto no aceleres, hay 250 metros y sin corriente. Es verdad, entro en el
puerto y la meta parece estar muy cerca, pero esos metros se me hacen eternos,
intento encontrar las boyas blancas que dan al pasillo de llegada y tengo que
nadar a braza un par de veces para centrarme donde estoy. La verdad que voy
como si estuviera en la fase de canciones regionales de una borrachera, ¿qué me
pasa?, después de hacer más eses que el puerto de pajares, llego a meta. ¿Seré
capaz de levantar el brazo? Suena el pitido de registro del chip y me encamino
a la escalerilla de salida. Valla pelotazo, todo se mueve a mi alrededor,
pienso que estoy mareado, pero luego me doy cuenta que estoy en un dique
flotante y de ahí la sensación.
Unas vallas nos separan del
público en general, hay mucho, mucho público. Estoy exultante de alegría, he
llegado, me dan una medalla de haber finalizado la prueba y un chocolate
caliente. Es lo que es, pero es mi primera medalla, no me la quito ni para
ducharme.
Busco a mi gente, ellos ya han
llegado hace rato, entro en la zona de recepción de nadadores y aquello parece
una zona de combate. Ambulancias recogiendo gente, vomitonas por todos lados,
voluntarios intentando hacer entrar en calor a algunos nadadores, gente dando
masajes para quitar los calambres, muchísimos voluntarios haciendo que todo
aquello funcione en una organización para mi excepcional. Allí están, Conchi
con Beatriz y Alejandro y su sonrisa de oreja a oreja, ¡qué fuerza tiene mi
amiga! Y Miguel que está intentando controlar los tiritones para acabarse el
chocolate. Todo en orden, estamos todos y contentos.
Me siento eufórico, no me duele
nada, no tengo frio. Saludo a todos los amigos que han hecho el descenso, a los
antiguos y a los nuevos, esto es lo mejor de la prueba. Veo a Luciano y le recrimino
con cachondeo la pasada que me dio en el primer tramo, saludo a Ricardo, veo a
Jorge duchándose y supongo que Diego y María estarán cerca.
Tengo un hambre de lobo, así que
vamos todos en busca del Bollu preñao, para reponer fuerzas, que pasada de
ambiente, de fiesta alrededor del descenso, me siento encantado de formar parte
este año de este momento.
Descenso de la Ría de Navia 2016,
no fallaré.
Muchas gracias.
Antonio J. Pérez
Blanco. Club Natación Casa de Asturias. León
Grande Antonio, bien escrito y bien descrito
ResponderEliminarEl conocer a gente como tu es lo que hace grande este y cualquier otro desporte
Un abrazo de Toñin